Creo
que a pesar de los 17 años de la dictadura de Pinochet la sociedad
chilena es más contestaria que antes. Quiero decir que incluso
más allá de los partidos políticos existen organizaciones
de las más variada índole, muchas veces ni siquiera formalizadas,
que entran al debate y se hacen oir en la radio, y otros medios de información.
Chile es un país saludable por la variedad de actores
y la multitud de opiniones que originan las iniciativas de gobierno o
de partidos oficiales y no oficiales.
Muchos no callan y se integran a una dinámica que tiene
el alto honor de participar en salvar el planeta, nada menos, y participan
en la defensa de la verdad y otros valores nombrados como derechos humanos.
En este marco me pregunto, recordando a las víctimas de las torres
gemelas y a las de los trenes a Madrid, ¿adónde nos está
llevando la política exterior del presidente Lagos?
La partida es inocente, pero las consecuencias pueden ser
de espanto. Y en este sentido me parece que lo peor de este gobierno es
su política exterior.
Creo que la propaganda que se hace a la actual ministra de
esa cartera es un retrato más inquietante que una pintura abstracta.
Da que pensar cuando aparece la imagen propagandista de la ministra sobre
la afirmación de que negoció durante diez años el
Tratado de Libre Comercio de Chile con Estados Unidos.
La primera pregunta que me surge, cuando veo ese cuadro tan
halagador, es ¿por qué no dejó algunos años
para negociar una salida al mar para Bolivia? Y tengo sólo una
respuesta: debido a la existencia de una cierta mentalidad colonizada,
una persistente colonización de la conceptología y, obviamente,
los valores.
Se trata de personas que nacieron y se criaron mirando el
ombligo europeo y norteamericano. Y soñaron con esos desarrollos
abstrayendo colonialismo, racismo, nazismo y otras expresiones made in
USA y Europa. Es la fascinación por un poder que emergió
sobre una historia de esclavitud y otras barbaries.
Y la segunda interrogante, entre muchas otras, es ¿cuál
es el costo de ese logro que requirió tantos años de esfuerzos?
El precio lo estamos ya viendo; problemas con Perú
y Bolivia, la crisis energética augura dificultades con Argentina;
la enemistad con la Venezuela de Chavez, que incluyó el apoyo al
golpe de Estado en ese país; y la presencia de tropas chilenas
en Irak y en Haiti. En el primero se trata de la participación
“privada”de centenares de militares chilenos; en el segundo
es la participación militar oficial en un país cuyo presidente
fue derrocado por Estados Unidos. La ONU vino mucho después a avalar
lo que los norteamericanos ya habían hecho. Si sumamos advertimos
que en la base de la política exterior chilena está presente
una cierta identidad con la política norteamericana, y ese asemejarse,
con Bush en el vértice, tiene aparentemente un precio.
Recordando los trenes de Madrid y ese gran libro del poeta
Pablo Neruda, “España en el corazón”, me vuelvo
a preguntar, ¿adónde nos lleva, Presidente?
Mirar
y escuchar los noticieros de la televisión a las 21 horas, cualesquiera
sean las voces, es asegurarse pesadillas cuajadas por el horror posmodernista,
nacional e internacional.
Al parecer, por razones de medición del rating, las
principales noticias se refieren a actos delictuales donde se refleja
la maldad de ciertos seres humanos, así se trate de delincuentes
profesionales o señores “respetables”.
También, a veces, se ordenan visiones sobre el humor
de esos alumnos chilenos que, por ejemplo, envuelven trozos de soda caústica
en papeles de caramelos para dárselos a los más pequeños.
Las consecuencias son imaginables.
Los asaltos de delincuentes dentro de los microbuses, a menudo
filmados, nos muestran un sadismo que no solamente repugna sino espanta
sentimientos filántrópicos, sociales o simplemente de amor
al prójimo. “Todo vale” es la exhibición de
brutales golpes que se propinan contendores que pelean sin reglas. Hasta
que uno de los dos cae envuelto en su sangre.
En este ámbito la televisión repite palizas
a ancianas, violaciones por venganzas, etc. En el etc se incluyen centenares
de denuncias de abusos a menores que investiga el Servicio Nacional de
Menores, SENAME.
En la cúspide de este vértice aparecen los “señores”,
la clase política entremedio del caso del empresario Spiniak, habitante
del Barrio Alto, coleccionador de iniquidades, abusador de niños
de la calle. El proceso está en marcha, los enterradores también.
¿Es horror sólo de factura nacional?
Las explosiones en los trenes de Madrid y los asesinatos selectivos
de Sharon tienen bases parecidas y distintas. La muerte de civiles es
no sólo lamentable, es condenable, pero la responsabilidad política
de ese acto terrorista la tiene Aznar que introdujo a España en
esa guerra, violando la convicción de los españoles. Distinto
y más grave y condenable es cuando un gobierno pretende legitimar
el terrorismo de Estado como lo practica Israel con apoyo norteamericano.
Aznar fue expulsado del poder. Menos mal. No por casualidad
Neruda escribió “España en el corazón.”
ACOSTUMBRARSE
A LA INIQUIDAD
Tengo
la convicción que las violencias comentadas se corresponden con
una ideología que nos quiere imponer el acostumbramiento a la muerte,
a la impunidad y, ante todo, correlativamente, al asesinato diario del
verdad.
Esos propósitos ya los vivimos y sufrimos, millones de chilenos,
con Pinochet. Este dictador pretendió que nos insensibilizáramos
ante sus crímenes y que nos habituáramos a la existencia
de violaciones a los derechos humanos. Quiso que perdiéramos nuestra
capacidad de asombrarnos y de reaccionar ante la injusticia y que dejaramos
de indagar acerca de los parámetros de la verdad.
Es lo mismo que pretenden, en otros escenarios, Bush y Sharon
que representan el mayor peligro para la estabilidad mundial pues como
gobierno derriban el derecho internacional, derrumban toda moral, cristiana
o musulmana, occidental u oriental, y de sur a norte, de oeste a este:
así pretenden globalizar y legitimar bombardeos, asesinatos selectivos
y otras iniquidades.
La declaración de Sharon y sus ministros estremece;
después del asesinato de un inválido anuncia al mundo que
los próximos serán Arafat y otros dirigentes palestinos.
Abre las puertas al infierno, tal vez con la idea de que militarmente
puede exterminar a los palestinos. Digo exprofeso exterminar, cuyo equivalente
en alemán es Vernichtung. Ya Saramago comparó la política
del gobierno de Sharon con la de los nazis. Al parecer, no andaba descaminado.
Es imposible acostumbrarse a las muertes de civiles inocentes de uno y
otro lado.
Es de suyo evidente que no estamos en presencia de un demente,
sino ante un militar que oficia de dirigente político y que cuenta
con el respaldo norteamericano. El Consejo de Seguridad de la ONU no pudo
condenar el crimen porque se opuso Estados Unidos. Bush es Sharon, Sharon
es Bush.
Dicen que el 60 por ciento de la población israelí
apoya los asesinatos selectivos. Y quizás no sea sólo manipulación
ante el terror que engendra terror, sino también odios bíblicos
entremedio, y expansionismo territorial, como ya se dice abiertamente.
Pero, por fortuna, el mundo civilizado rechaza este camino
progresivo hacia la destrucción de la vida en la tierra. Hay condena
de la ONU a través de su secretario general, de la Unión
Europea, hay condena mundial. El Vaticano ha dicho que se une a la comunidad
internacional y deplora este acto de violencia que no puede ser justificado
bajo ninguna ley.
Sólo le falta más energía a esta condena
mundial, que se mueva, que salga a la calle, que se manifieste para decir
no al terrorismo y para que Palestina cree su propio Estado con fronteras
garantizadas. No hay otra alternativa humana y justa ante esa violencia.
Miguel
Gómez S.
Comienzos de abril, 2004
|