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7-04-2004
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Política exterior chilena
¿ADONDE VAMOS, PRESIDENTE?
polemica / 10

 

  Creo que a pesar de los 17 años de la dictadura de Pinochet la sociedad chilena es más contestaria que antes. Quiero decir que incluso más allá de los partidos políticos existen organizaciones de las más variada índole, muchas veces ni siquiera formalizadas, que entran al debate y se hacen oir en la radio, y otros medios de información.
  Chile es un país saludable por la variedad de actores y la multitud de opiniones que originan las iniciativas de gobierno o de partidos oficiales y no oficiales.
  Muchos no callan y se integran a una dinámica que tiene el alto honor de participar en salvar el planeta, nada menos, y participan en la defensa de la verdad y otros valores nombrados como derechos humanos.
En este marco me pregunto, recordando a las víctimas de las torres gemelas y a las de los trenes a Madrid, ¿adónde nos está llevando la política exterior del presidente Lagos?
  La partida es inocente, pero las consecuencias pueden ser de espanto. Y en este sentido me parece que lo peor de este gobierno es su política exterior.
  Creo que la propaganda que se hace a la actual ministra de esa cartera es un retrato más inquietante que una pintura abstracta. Da que pensar cuando aparece la imagen propagandista de la ministra sobre la afirmación de que negoció durante diez años el Tratado de Libre Comercio de Chile con Estados Unidos.
  La primera pregunta que me surge, cuando veo ese cuadro tan halagador, es ¿por qué no dejó algunos años para negociar una salida al mar para Bolivia? Y tengo sólo una respuesta: debido a la existencia de una cierta mentalidad colonizada, una persistente colonización de la conceptología y, obviamente, los valores.
  Se trata de personas que nacieron y se criaron mirando el ombligo europeo y norteamericano. Y soñaron con esos desarrollos abstrayendo colonialismo, racismo, nazismo y otras expresiones made in USA y Europa. Es la fascinación por un poder que emergió sobre una historia de esclavitud y otras barbaries.
  Y la segunda interrogante, entre muchas otras, es ¿cuál es el costo de ese logro que requirió tantos años de esfuerzos?
  El precio lo estamos ya viendo; problemas con Perú y Bolivia, la crisis energética augura dificultades con Argentina; la enemistad con la Venezuela de Chavez, que incluyó el apoyo al golpe de Estado en ese país; y la presencia de tropas chilenas en Irak y en Haiti. En el primero se trata de la participación “privada”de centenares de militares chilenos; en el segundo es la participación militar oficial en un país cuyo presidente fue derrocado por Estados Unidos. La ONU vino mucho después a avalar lo que los norteamericanos ya habían hecho. Si sumamos advertimos que en la base de la política exterior chilena está presente una cierta identidad con la política norteamericana, y ese asemejarse, con Bush en el vértice, tiene aparentemente un precio.
  Recordando los trenes de Madrid y ese gran libro del poeta Pablo Neruda, “España en el corazón”, me vuelvo a preguntar, ¿adónde nos lleva, Presidente?

    Mirar y escuchar los noticieros de la televisión a las 21 horas, cualesquiera sean las voces, es asegurarse pesadillas cuajadas por el horror posmodernista, nacional e internacional.
  Al parecer, por razones de medición del rating, las principales noticias se refieren a actos delictuales donde se refleja la maldad de ciertos seres humanos, así se trate de delincuentes profesionales o señores “respetables”.
  También, a veces, se ordenan visiones sobre el humor de esos alumnos chilenos que, por ejemplo, envuelven trozos de soda caústica en papeles de caramelos para dárselos a los más pequeños. Las consecuencias son imaginables.
  Los asaltos de delincuentes dentro de los microbuses, a menudo filmados, nos muestran un sadismo que no solamente repugna sino espanta sentimientos filántrópicos, sociales o simplemente de amor al prójimo. “Todo vale” es la exhibición de brutales golpes que se propinan contendores que pelean sin reglas. Hasta que uno de los dos cae envuelto en su sangre.
  En este ámbito la televisión repite palizas a ancianas, violaciones por venganzas, etc. En el etc se incluyen centenares de denuncias de abusos a menores que investiga el Servicio Nacional de Menores, SENAME.
  En la cúspide de este vértice aparecen los “señores”, la clase política entremedio del caso del empresario Spiniak, habitante del Barrio Alto, coleccionador de iniquidades, abusador de niños de la calle. El proceso está en marcha, los enterradores también.
  ¿Es horror sólo de factura nacional?
  Las explosiones en los trenes de Madrid y los asesinatos selectivos de Sharon tienen bases parecidas y distintas. La muerte de civiles es no sólo lamentable, es condenable, pero la responsabilidad política de ese acto terrorista la tiene Aznar que introdujo a España en esa guerra, violando la convicción de los españoles. Distinto y más grave y condenable es cuando un gobierno pretende legitimar el terrorismo de Estado como lo practica Israel con apoyo norteamericano.
  Aznar fue expulsado del poder. Menos mal. No por casualidad Neruda escribió “España en el corazón.”

  ACOSTUMBRARSE A LA INIQUIDAD

  Tengo la convicción que las violencias comentadas se corresponden con una ideología que nos quiere imponer el acostumbramiento a la muerte, a la impunidad y, ante todo, correlativamente, al asesinato diario del verdad.
Esos propósitos ya los vivimos y sufrimos, millones de chilenos, con Pinochet. Este dictador pretendió que nos insensibilizáramos ante sus crímenes y que nos habituáramos a la existencia de violaciones a los derechos humanos. Quiso que perdiéramos nuestra capacidad de asombrarnos y de reaccionar ante la injusticia y que dejaramos de indagar acerca de los parámetros de la verdad.
  Es lo mismo que pretenden, en otros escenarios, Bush y Sharon que representan el mayor peligro para la estabilidad mundial pues como gobierno derriban el derecho internacional, derrumban toda moral, cristiana o musulmana, occidental u oriental, y de sur a norte, de oeste a este: así pretenden globalizar y legitimar bombardeos, asesinatos selectivos y otras iniquidades.
  La declaración de Sharon y sus ministros estremece; después del asesinato de un inválido anuncia al mundo que los próximos serán Arafat y otros dirigentes palestinos. Abre las puertas al infierno, tal vez con la idea de que militarmente puede exterminar a los palestinos. Digo exprofeso exterminar, cuyo equivalente en alemán es Vernichtung. Ya Saramago comparó la política del gobierno de Sharon con la de los nazis. Al parecer, no andaba descaminado. Es imposible acostumbrarse a las muertes de civiles inocentes de uno y otro lado.
  Es de suyo evidente que no estamos en presencia de un demente, sino ante un militar que oficia de dirigente político y que cuenta con el respaldo norteamericano. El Consejo de Seguridad de la ONU no pudo condenar el crimen porque se opuso Estados Unidos. Bush es Sharon, Sharon es Bush.
  Dicen que el 60 por ciento de la población israelí apoya los asesinatos selectivos. Y quizás no sea sólo manipulación ante el terror que engendra terror, sino también odios bíblicos entremedio, y expansionismo territorial, como ya se dice abiertamente.
  Pero, por fortuna, el mundo civilizado rechaza este camino progresivo hacia la destrucción de la vida en la tierra. Hay condena de la ONU a través de su secretario general, de la Unión Europea, hay condena mundial. El Vaticano ha dicho que se une a la comunidad internacional y deplora este acto de violencia que no puede ser justificado bajo ninguna ley.
  Sólo le falta más energía a esta condena mundial, que se mueva, que salga a la calle, que se manifieste para decir no al terrorismo y para que Palestina cree su propio Estado con fronteras garantizadas. No hay otra alternativa humana y justa ante esa violencia.

  

  Miguel Gómez S.


Comienzos de abril, 2004

 

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