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16-05-2003

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NUESTRO MAUTHAUSEN

polémica / 3

Buñuel: un chien andalou


   
Cuando escucho que algún político descubre alguna enfermedad en algún sector de la sociedad paro las orejas, y si la enfermedad descrita por el dirigente político u hombre de estado es terminal, como cáncer, me espanto.
La declaración del jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, me produjo esa fuerte impresión pues él dijo que la justicia en su país representa un carcinoma que tiene que ser eliminado.
Naturalmente que un cáncer, sobre todo si está en su etapa inicial, debe ser extirpado. O sea ese órgano o parte de él debe desaparecer para que el cuerpo del individuo pueda seguir adelante. En algunos casos se logra y nadie que esté en su sano juicio podría estar en desacuerdo con ese diagnóstico y ese procedimiento.
El problema empieza cuando se compara a un sujeto que padece cáncer con la sociedad en su conjunto y cuando se designa a un sector como sufriente de un carcinoma. Interesante es que los políticos no designan gripes, varices o dolores estomacales como enfermedades de algún sector social o institucional. Normalmente se refieren a enfermedades malignas que es necesario operar, como úlceras o cánceres, que requieren de un cirujano y sus herramientas de trabajo, cortopunzantes.
Creo que cuando un dirigente político realiza esta formulación utiliza una situación personal, penosa por cierto, para manipular a una sociedad. En este caso concreto en contra del poder judicial pues éste no aparece como incondicional del presidente de turno. La paradoja del caso comentado es que el jefe del gobierno italiano junto con manifestar su voluntad de operar al poder judicial, de extirpar el carcinoma, afirma, al mismo tiempo, que buscará imponer la inmunidad para él y otros políticos, es decir quieren declararse inoperables.
Y mi espanto renace por un asunto memorial, pues cuando en mi país se entronizó la dictadura militar uno de los integrantes de la junta, Gustavo Leigh, dijo que el marxismo era un cáncer que había que extirpar. Y los militares comenzaron a operar aquella parte de la sociedad que padecía de esa enfermedad. Pero, como trágico colofón de la vida y la muerte, tan precaria la primera, hay que decir que el propio general Leigh murió a causa de la enfermedad que quiso extirpar.
En la denuncia y proceso incoado en España en contra de integrantes de ese régimen militar chileno se denuncia que la operación contra el cáncer configuró genocidio. El genocidio se tipifica cuando se aplica una política destinada a „destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal“.
En el caso chileno se produjo el intento de destruir a un grupo nacional, fue una operación en grande que contó con la participacion de miles de cirujanos uniformados. El mismo procedimiento se había ya ensayado con los mapuches, en los años ochenta del siglo XIX, cuando se trató de destruir a un grupo étnico al cual se le arrebató más de un millón de hectáreas.
El presidente Bush, cirujano de la política también, ha lanzado la Operacion Libertad sobre Irak. Sus 170 mil soldados todavía operan árabes y tienen trabajo para rato, pues no todos están conformes en ir a la sala de operaciones. Ahora se advierte que la vulnerabilidad de los norteamericanos ha crecido si se piensa en los trágicos acontecimientos de Riad. Los norteamericanos tienen tal vez más petróleo pero menos seguridad que antes de la guerra en el país árabe. Paradojas en el ejercicio del poder por personas que en su breve tránsito provocan largas sino eternas consecuencias a un país y a sus ciudadanos. Sin visión de futuro, ambición sí.
Volviendo a los cirujanos de la política: es casi obvio que muchas veces estos procesos operativos fracasan porque cualquiera con un mínimo sentido crítico sabe que el cuerpo de una persona y una sociedad representan complejidades diferentes. Sólo el simplismo de los políticos puede utilizar estas comparaciones, pues funcionan con estereotipos que parte del mundo, es decir todos los acríticos, aceptan sin arrugarse siquiera.

Los lectores habrán advertido que comparo situaciones externas con sucesos o procesos que se dan o se dieron en mi país. A menudo es molesto recordar con tanta insistencia lo que sucedió en el pasado. Muchos políticos chilenos, agotados por el tema de Pinochet, los militares y las violaciones a los derechos humanos, agobiados, se enojan e instan a mirar decididamente hacia adelante, hacia el futuro, hacia lo que nos une. Estos políticos, también normalmente, son admiradores de lo que hace Europa. Son personas ganadas, más bien asimiladas, al eurocentrismo.
Pero no en todo, por desgracia. Porque este fin de semana, por ejemplo, fui a un lugar donde europeos recuerdan el pasado. Lo hacen para mirar hacia adelante con cierta verguenza y dolor, con cierta esperanza y dignidad. Pero sobretodo para no olvidar, para recordarnos siempre que los humanos podemos descender hacia simas peores que la más terrorífica película norteamericana.
Estuve en el Memorial de Mauthausen, convertido en una construcción contra el olvido.
Esta enorme fortaleza, con sus muros de piedras encementadas, sus torres de vigilancia y sus alambres de púas, se yergue sobre una colina, en pleno campo, a algunos kilómetros de la ciudad industrial de Linz, en Austria.
El viaje lo hice desde Viena en auto por una carretera que avanza a las orillas del Danubio. El paisaje inicial es fascinante. Desde las riberas, sobre todo en la del norte, crecen los viñedos que sostienen una muy apreciada producción vitivinícola. Los „Heurigen“ son locales de los viñateros donde se pueden catar las calidades de los vinos y disfrutar de la cocina austríaca donde su más seguro componente es la „Wienerschnitzel“ , ese gran trozo de carne de cerdo estirada, pasada por harina, huevo, enmigada y freída. O sea apanada.
El mejor período para un viaje de esta naturaleza es mayo o septiembre. No es alta estación, por tanto los precios son todavía relativamente normales, el tiempo es agradable y los europeos mismos aún no salen de vacaciones. Y si quiere alojar en un lugar bueno y barato pregunte por el hotel en Korneuburg, hay sólo uno en este encantador pueblecito situado en las afueras de Viena.
Lugares destacados de este trayecto son Spitz o Melk, en este última se encuentra „Melkstift“, un imponente monasterio barroco que también se yergue sobre una colina como expresión de poder y de belleza. No hay donde perderse, sólo se trata de seguir el camino a la orilla del Danubio. Una geografía que produce placer. Y si quiere completar su agrado llévese el libro del triestino germanista, Claudio Magris, „El Danubio“.

En Mauthausen puede usted mirar el mapa de todos esos lugares, sólo que representa otro tiempo, otro período, desde junio de 1938 hasta mayo de 1945. En la geografía de Mauthausen aparecen los mismos nombres de los lugares alojados en las orillas del Danubio, los que usted ya habrá visto, sólo que están dibujados con numerosos triángulos o círculos de colores. Son los campos de concentración donde se asesinaron a cientos de miles de seres humanos, como usted y yo.
El mapa de Linz en Mauthausen estremece. Hay tantos círculos de campos de trabajo forzado como calles. Así se desarrolló una de las mas importantes ciudades industriales de Europa, famosa por su acero. Por eso cuando me hablan de países desarrollados siempre me pregunté cómo se desarrollaron. Para responder a esa y otras preguntas escribí un libro que se llama „Las ovejas blancas de la familia“. En la desarrollada Linz planeaba pasar su vejez Hitler, escribe Magris.
En el mapa de Mauthausen también figuran Spitz y Melk, en esta última, la del monasterio, el campo de prisioneros funcionó a los pies de ese monumento arquitectónico. Y, curiosamente, allí ejerció sus funciones el cardenal Groer, recientemente fallecido, quien abandonó esa alta investidura luego de ser acusado por un seminarista de abusos sexuales.
Tema nuestro también, chilensis, si pensamos en el cura Tato y el obispo de La Serena; como se advierte el mundo es en realidad global en sus procesos y fenómenos y es de gran interés intelectual descubrir las raíces de este sistema de interacciones.
En la central de Mauthausen fueron eliminados o extirpados casi 130 mil personas, la mayoría soviéticos y polacos, pero también húngaros, yugoeslavos, franceses, españoles, italianos, checos, griegos, alemanes antifascistas, belgas, austriacos antifascistas, holandeses, y, como es sabido, judíos.
Los primeros que el régimen nazi ordenó eliminar fueron los enfermos mentales , los homosexuales, los gitanos, los asociales, predicadores, delincuentes, ancianos. Bajo esta acción se alcanzaron a ultimar a más de 70 mil personas sólo en el castillo de Hartheim, ubicado en esta zona.
Vi también el mapa completo de Europa, con sus circulos dibujados. Una exposición de muerte, y, a pesar, de vida. Visitar el Memorial y sus museos produce recogimiento. Nos insta a pensar, a colgar la declaración universal de los derechos humanos en nuestra habitación, a aprenderlos así como muchos lo hicimos con los mandamientos, y ante todo a promoverlos y defenderlos. Esta es una creencia racional, también emocional.
En relación a los derechos humanos creo que es una equivocación grave el pensar que son enunciados abstractos y generales que no servirían para resolver dificultades concretas, como se le reprochó a Saramago a propósito de Cuba. Los derechos humanos representan en si mismos una ética de contenidos, muy concretos, por lo demás.
Y cuando se los menosprecia porque también Bush, Blair y otros hacen guerras de destrucción y de muerte enarbolando los derechos humanos también se comete un grave error, el subestimarlos, digo.
Imagínese, usted, que se hagan guerras con enunciados públicos de arrasar con los derechos humanos. Que el presidente Bush diga, por ejemplo, vamos a hacer la guerra a Irak para eliminar el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad personal, para torturar, para someter a todos allí a tratos crueles, inhumanos o degradantes, para establecer la desigualdad ante la ley, etcétera. Que los políticos no puedan sostener esas ideas es la mayor esperanza de vida para el género humano. No lo olvide, podemos mirar la vida y el futuro con optimismo.
El que los que violan estos derechos lo hagan bajo su parapeto significa que la fuerza de los derechos humanos es colosal. Sólo necesitamos insistir, divulgar, promover, defender y, naturalmente, denunciar a aquellos que los manipulan, o los violan. La coalición que lleva en sus sentimientos y en su mente los derechos humanos es global, y la correlación de fuerzas, en ese sentido, es aplastante. Es nuestra esperanza, es la respuesta a la pregunta de en qué creer en tiempos asesinos. En todo tiempo.


Cuando estuve en Mauthausen pensé en la Villa Grimaldi y tantos otros centros de reclusión, tortura y muerte que fueron habilitados en mi país durante la dictadura militar. Para implantar olvido algunos fueron destruídos, los hicieron desaparecer, como también a muchas personas.
Conocí el terror en Chile cuando transitaba calles, caminaba sigiloso en las noches para golpear de amanecida, o rompía con sus aspas el cielo, los tímpanos, las creencias, lo llevaban caras embetunadas, enmascaraban la muerte. El terror. Nunca debe avergonzarnos re-escribir citas repetidas como aquella de que los que olvidan el pasado están condenados a repetirlo. Por eso son importantes los Mauthausen.
Y a propósito del tema, ¿Por qué los euroecentristas chilenos no han propuesto la construcción de memoriales y museos ? En verdad habría que pensar, al menos, en dos: uno quizás en Temuco para informar sobre el genocidio mapuche del siglo XIX y otro en Santiago, un museo destinado a no olvidar que siempre habrá entre nosotros aquellos que están dispuestos a operaciones u operativos. Por eso no podemos dejar de asombrarnos cuando dirigentes políticos descubren carcinomas sociales y sienten la feroz y malsana tentación de operar. El mundo ha tenido ya bastante con los Mengele de la política.


mediados de mayo, 2003