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8-01-2004

 

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¡SCHENGEN! ¡SCHENGEN!

dijo y me apuntó...

polemica / 8

replica del penacho de moctezuma en el museo nacional de antropologia de  Ciudad del Mexico

  
  Schengen es un nombre europeo que sirve para designar la dialéctica entre la libertad de los europeos en sus fronteras interiores y la inseguridad y/o represión de los extranjeros de los países emergentes en las fronteras exteriores. Con retraso espectacular aprendí este significado cuando en un viaje en tren desde Viena en dirección al sur de pronto un sujeto joven y bien vestido abrió la puerta del compartimento y exclamó:
--¡Schengen! ¡Schengen! --y me apuntó con una insignia metálica oval exigiendo mi pasaporte.
Después de sobrevivir la dictadura de Pinochet es dificil sorprenderse y sin levantarme de mi asiento le pregunté:
--¿Es usted policía?
--Sí –dijo y volvió a mostrarme la placa metálica que colgaba de su cinturón.
--¿Puedo verla? -dije colocándome los lentes, y me levanté y me incliné para mirarla porque mi desconfianza se formó imperecedera cuando en mi país policias y militares se tornaron en los mayores representantes de la inseguridad ciudadana. Todavía hay centenares de procesos contra esos oficiales y clases por las graves violaciones a los derechos humanos. Cuando comprobé que en la placa efectivamente se leía policía, le pasé mi pasaporte. Lo miró y luego se lo mostró a una colega que en un computador portátil tecleaba mi nombre para averiguar si figuraba entre aquellos que no pueden habitar los países europeos integrantes del espacio Schengen.

  En total serían alrededor de 10 policías de la Europol los que alcancé a ver. Previamente habían detenido el tren para realizar el chequeo. Estábamos a unos cuantos kilómetros de Viena, sobre ninguna frontera ni puerto, ni estación martítima ni aeropuerto. No, era un tren con un recorrido interior normal.
Por eso luego que me lo devolvió el pasaporte chileno le dije:
--Soy periodista y quisiera saber porqué se revisan los pasaportes ya no en la frontera sino en un tren común que viaja en territorio nacional.
--¡Schengen!, ¡Schengen! --repitió antes de desaparecer.
Ajá, pensé, he aquí el Muro de Schengen, un muro movible, que puede erigirse en un tren en marcha, ser representado por barcos en movimiento y naturalmente en todas las fronteras exteriores e interiores. El Muro de Berlín perfeccionado.
Schengen, nombre de una localidad de Luxemburgo, es conocido por muchos sino por todos los europeos. Representó la supresión de fronteras entre los países signatarios del acuerdo de Schengen. Por eso si vivo en Alemania puedo viajar a Italia o Austria sin notar siquiera que existen fronteras. Eso está bien, sin duda, pues elimina trámites burocráticos y crea, en rigor, un espacio común en todo sentido.
El problema es que Schengen se sigue desarrollando a pasos agigantados sobre todo en la esfera judicial y policial común, enfilada hacia los extranjeros.

  Pocos días después de ese incidente del tren conversé con un europeo. Le pregunté si conocía el nombre Schengen.
--¿La frontera Schengen?, naturalmente –me dijo.
Le conté el incidente y comentó:
–Seguramente cuando viste entrar a los policias sobrevino en tu mente todo el pasado de tu país bajo dictadura.
Le dije que sí, de ahí proviene mi desconfianza, pero los que más sobrevinieron fueron los extranjeros muertos en el Mediterráneo, cifra que supera con creces los muertos que trataron de atravesar el antiguo muro de Berlín.
--Sí, eso tiene que ver, por supuesto –dijo.
Le hice notar que el control fue sobre un tren de un recorrido normal, donde no había frontera alguna.
--Sí, eso es raro –dijo inmutable.
Reconozco que reaccioné con indignación ante los policias. Y sucedió no sólo porque venía de ver el penacho de Moctezuma en el Museo Etnológico, sino porque allí en Viena son varias las muertes de extranjeros, africanos en particular.
El caso de Omofuma es emblemático. Este joven murió asfixiado cuando lo expulsaban del país, pues en el avión los policias le taparon la boca y la nariz con alguna franja de pegamento. Así falleció, cuando hacía esfuerzos inauditos por respirar, mientras los policias conversaban, los pasajeros también, absolutamente ajenos a ese drama individual, africano, colectivo.
Pero la cuestión de la corona o el penacho de Moctezuma y una exposición sobre la la cultura de Afganistán me habían no sólo conmovido sino también airado. Cuando existen conocimientos históricos y sensibilidad, el entrar a un museo en Europa es una sesión de ensenanza, de sufrimiento.
¿Cómo ligar la corona de 400 plumas del pájaro sagrado, el Quetzal, y sus incrustaciones de oro, con Shengen?

  „Si regresara la corona sería un precedente increíble, un lío de todos los diablos, los museos se quedarían vacíos“ Wilfred Seipel, director del Museo de Historia del Arte, Viena.

  El penacho de Moctezuma se exhibe en el Museo Etnológico como una de las piezas de gran valor de diversas muestras de las culturas suramericana, centro y norteamericana. Además, durante enero todavía, es posible ver una exposición sobre el Afganistán.
La corona de Moctezuma, como se la conoce, es enorme, vistosa, impresionante en sus coloridos. Ocupa una pared en el fondo de una de las salas.
Si usted, en el museo, arrienda un fono que carga la información, oirá que esa no es la corona de emperador azteca. Esa es en rigor sólo una conjetura, pues aunque no se puede probar que sea la corona de Moctezuma, tampoco se puede configurar lo contrario. En todo caso es una corona emblema de una cultura, que usaban altos dignatarios entre los aztecas.
¿Cómo llegó a un museo de Viena? Nuevas interpretaciones. Se dice que Hernán Cortés, después de asesinar a Moctezuma, la envió de regalo a Carlos V, rey de Espana, integrante de la casa de los Habsburgo. Ese habría sido el nexo para llegar la corona a Austria.
Pero la interpretación correcta es que corresponde a una pieza llegada a Europa bajo los marcos del colonialismo. En eso no hay donde equivocarse. Es una pieza de origen colonial, saqueada cuando los espanoles y corsarios, piratas y bucaneros, europeos de origen, robaban las riquezas de los países bajo su dependencia. Nadie puede dudar, en todo caso, que la corona de Moctezuma es una objeto de la cultura mexicana y por tanto pertenece a ese país. Pero Austria dice que es suya. Aunque no puede ostentar títulos de propiedad.


  Desde hace ya muchos años se ha formado un movimiento, en el que participan aborigenes de Mexico, que reclaman la devolución del penacho para instalarla en el Museo Nacional de Antropología instalado en las antiguas dependencias de los Moctezuma. Pero Viena es sorda.
Sin embargo, en algún momento, en 1996, el presidente actual de Austria, Tomas Klestil, escuchó este rumor. Fue antes de realizar un proyectado viaje a México. Y en una discusión sobre el tema dijo que sería una muy buena idea llegar a México con la corona de Moctezuma, como un regalo a un país amigo que fue el único que no reconoció oficialmente la anexión de Austria por Hitler.
La declaración del presidente levanto polverada cultural. Los administradores de esas riquezas, normalmente se llaman directores de museos o de academias, pusieron el grito en el cielo. Devolver el penacho era imposible.
Peter Kann, director del Museo Etnológico, dijo: „La corona es nuestra, forma parte de nuestro patrimonio cultural y no hay ningún motivo para devolverla a México“.
¿Patrimonio cultural? ¿Se imagina un personaje vestido con abrigo verde y pantalón de cuero usando una corona de plumas de un Quetzal?
Otro dijo que en Mexico los indios se mueren de hambre en las calles, y a un Estado como ese no iban a devolver el penacho. Es correcto, pero esa afirmación no tiene respaldo, pues está emitida por un representante de un poder, el europeo colonial, que casi exterminó a los aborígenes.
Pero, además, ¿cuáles son los gobiernos dignos a comienzos del siglo XXI? ¿Qué país tiene una historia carente de trabajo esclavo, de campos de concentración o genocidios? Son, quizás, contados con los dedos de la mano.
Pero fue don Wilfred Seipel, director del Museo de la Historia del Arte, el que dio en el clavo para explicar el vivo rechazo austríaco a esta devolución. En medio del debate el dijo lo siguiente: „Si regresara la corona sería un precedente increíble, un lío de todos los diablos, los museos se quedarían vacíos1.
Esa es una gran verdad. Los museos se quedaran vacíos. Comprobación acertada de la rapiña colonialista, pues muchos sino todos los objetos de los museos de las principales capitales europeas tienen esa condición.
¿Y cómo estamos en casa? ¿El ejército chileno llegó a Lima? ¿Saqueo? ¿Y qué pasa con los miles de libros peruanos? ¿Y con el Huascar?
Sería un lío de todos los diablos, realmente, pero de una dignidad inconmensurable. Ese mundo es también posible. No le quepa ninguna duda. Pero se necesitan otros seres, más humanos.
Pero ¿y la anunciada conexión con Schengen? Bueno, creo que Schengen es la continuación posmoderna de la politica colonial. Los que provenimos hoy de los países emergentes seguimos siendo los bárbaros de ayer.

M.Gómez S.   Fines primera semana enero, 2004.

1 ) Ver debate sobre la corona en http://www.geocities.com/yankuikanahuak

 

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