Es predecible que el mandato del nuevo
presidente de la derecha fundamentalista, UDI, el senador Jovino Novoa,
no se prolongue en exceso, pues su nombre apareció relacionado
con las veladas de tortura sexuales a niños de la calle organizadas
por el empresario Spiniak, actualmente procesado.
El nombramiento de Novoa, como presidente, no representa ni
flexibilidad ni audacia por parte de la derecha, como algunos creen, sino,
como es lo habitual, expresa la total falta de escrúpulos en el
uso ( y abuso) del poder. Siempre, a lo largo de la historia política
chilena, la derecha ha buscado imponer “verdades” mediante
el poder.
El caso Spiniak tiene variada importancia, pero lo más
significante, en mi opinión, es que es un caso correlativo a la
descomposición moral y política que representó el
régimen militar de la derecha. Durante ese periodo de 17 años
de dictadura se corrompió al país mediante la desaparición
de chilenos que fueron arrojados al mar, con detenciones ilegales, torturas
y otras gravísimas violaciones a los derechos humanos.
El caso Spiniak representa colgajos de ese sistema, se inscribe
en la costumbre de denigrar al ser humano, y tiene un carácter
marcadamente clasista, pues los niños de la calle eran abusados
por los pijes relacionados con el espectro político derechista,
de la clase política.
Veamos
otras consideraciones:
Punto
uno, hay testigos que aseguran la participación de parlamentarios
de la derecha y del centro en los abusos a menores. La denuncia produjo
resonancia nacional porque la hizo, Pía Guzmán, parlamentaria
de Renovación Nacional. Algunos de los integrantes de este partido
forman parte de la derecha tradicional, la no fundamentalista en este
período de transición del pinochetismo a la democracia.
En otras circunstancias, este partido, ha sido y puede volver a ser fundamentalista.
De hecho la mayoría de los parlamentarios de este partido coinciden
con la UDI en cuanto a demonizar a la diputada.
Punto dos; este escándalo social y político
representa una terrorifica sonancia entre la tortura de los agentes de
Pinochet, durante su dictadura, y la tortura sexual ahora a niños
pobres que en el pospinochetismo son llevados al Barrio Alto para satisfacer
el sadismo de los ex-agentes y políticos y de personajes de otra
índole del régimen militar. Por eso es completamente falso
el planteamiento de la UDI de intentar separar los aspectos judiciales
y políticos del caso Spiniak.
Punto tres; esta denuncia sirve también para aseverar,
una vez más, que la tortura a los chilenos opositores al regimen
militar fue no sólo emblemática sino masiva. Actualmente
se encuentra en desarrollo la inscripción de los chilenos detenidos
y torturados durante en ese período con el propósito de
que se haga justicia, se conozca esta verdad y se repare a las víctimas.
Se esperan no menos de 40 mil denuncias.
La detención arbitraria y el uso de la tortura fue
un sistema. La derecha política no sólo conoció y
lo aprobó sino que hasta el día de hoy lo defiende. Lo irredarguible
de ese sistema se manifiesta en los procesos que actualmente se ventilan
en los tribunales. Centenares de militares desfilan en los juzgados, algunos
están presos, otros, que por sus actos deberían pudrirse
en las cárceles, salen en libertad.
Punto cuarto; la derecha es implacable en su odio, pues ahora
una de sus víctimas es integrante de sus propias filas: a la diputada
Pía Guzman la está tratando de convertir en una imagen odiosa,
desleal, irresponsable, etc. Se ha buscado transformar el caso Spiniak
en el caso Pía Guzmán. Pero ha sido todo tan burdo que los
jueces por 18 votos contra 7 decidieron que no había lugar para
producir el desafuero de la parlamentaria.
Vinculado
a violencias extremas
El procedimiento
empleado por la derecha es siempre el mismo, y cuando usted o yo, estimad@
lector, escuchamos o leemos lo que se ha dicho de Pía Guzmán
no podemos sino llegar a la conclusión de que en ese ámbito
militan torturadores sicológicos o de cuerpos de niños.
A Pía Guzmán han tratado de destrozar políticamente;
a Gemita le quebraron los huesos de las costillas, del coxis, de las rodillas,
como se admitió en el Instituto Médico Legal.
Las revelaciones del padre Jolo sobre este caso no dejan lugar
a dudas. Pero cada día los diarios expulsan aregumentos en una
sola dirección: desprestigiar los testimonios e invalidarlos, a
como de lugar.
El flamante presidente de la UDI, el senador Jovino Novoa,
apareció nombrado de vincularse a estas violencias extremas. El
ha negado esta relación y anunció querellas a diestra y
siniestra. Dijo que lo peor era que lo asociaran a la tortura de la niña
Gemita. Y lo dice un personero político que fue parte del regimen
militar que torturó a miles de chilenos, con denuncias comprobadas.
Lo afirma un sujeto que fue incluso ministro de esa dictadura que, como
gobierno, no sólo torturó sino asesinó e hizo desaparecer
compatriotas.
La UDI ignora estas acusaciones: se ha concentrado en atacar
a la diputada Pía Guzmán porque así logra deshacer
el principal nudo. Por eso se querelló contra ella por presuntas
injurias y calumnias buscando transformar este caso social y político
en un asunto meramente jurídico. Pero no ha tenido, por ahora,
éxito.
Sin embargo, los aprontes judiciales del proceso, y particulamente la
maquinaria propagandista, indican que es posible que todos los testimonios,
como por arte de birlibirloque, desaparezcan y que quienes se han preocupado
por el abuso a menores sean, finalmente, procesados.
Muchos empujan en esa dirección, incluído el
cardenal de la iglesia católica, lo cual no es extraño.
Este “alto dignatario”, ha deslindado públicamente
responsabilidades interviniendo, de hecho, ante el Poder Judicial cuando
aún la investigación estaba en marcha. En todo caso la derecha
le ha dicho que ha tardado mucho en su ayuda.
EL
ENFERMO HONOR MILITAR
A propósito
de su ingreso al penal de Punta Peuco, el mayor (r) del ejército,
Carlos Herrera Jiménez, ha hecho alusiones bastante directas al
honor militar, puesto en el suelo por algunos de sus colegas.
Herrera Jiménez está condenado a cadena perpetua
por los asesinatos del dirigente sindical, Tucapel Jiménez y del
carpintero, Juan Alegría. Este fue ultimado para que apareciera
como autor del homicidio del primero.
El oficial del ejército, en retiro, ha dicho que “todos
los que participamos en la guerra subversiva somos responsables y sabíamos
muy bien lo que estábamos haciendo. Me cuesta aceptar que haya
generales que han fingido enfermedades para no dar la cara en tribunales,
generales que le han cargado culpas a otros generales muertos o generales
que han dicho que fueron sobrepasados por sus subalternos”.
Y dijo que el primer paso que habría que dar para que
haya reconciliación nacional sería hacerse cargo de los
aciertos y desaciertos del régimen militar, entre ellos asumir
su responsabilidad por las violaciones a los derechos humanos ocurridas
en dictadura.
Y subrayó que es el general Pinochet el que debe dar
el primer paso, enfermo o no enfermo, sano o no sano, preso o no preso.
Para ser reconocido como un soldado se debe dar ese paso de honestidad,
de honor militar.
Miguel
gómez S.
Comienzos de abril
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