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UNA GOLONDRINA NO HACE VERANO

O

EL MR HYDE DE LA POLITICA

 

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  Partidos y figuras importantes del quehacer politico chileno, incluyendo sus brazos publicitarios, propagan la idea de que en este mes presentarán la solución al problema de los derechos humanos. Se trataría de alcanzar un programa consensuado de reparaciones a los familiares de las víctimas de violaciones por parte de la dictadura militar. Pero no sólo eso.
Paradoja es que aparecen dirigentes de la UDI como encargados de elaborar alguna de las propuestas. Y simula ser un contrasentido porque fue el principal partido político que participó de la dictadura militar que produjo esas violaciones. Los nombres pueden haber cambiado, pero no el hecho de que forman parte de una determinada cultura chilena, si hablamos de identidad. Dinero para olvidar, así reducen algunos la fórmula.
Bueno, usted y yo podemos pensar que la derecha siente, talvez, una responsabilidad moral ante el pasado y quiere tributarla. O anhela, como muchos de los que participaron del régimen militar, que el tema de los derechos humanos deje de „perturbar“ el clima político relativamente pasable que existe en el país. Y sentir ese clima como un concierto de música de la primavera vienesa de Rieu presentado por la Wussow. Y no como desfile de uniformados que taconean las salas de tribunales.
Sin embargo, cualesquiera que sean las razones yo creo, y tal vez usted también, que la reparación a los familiares de los afectados, ante todo de detenidos desaparecidos, es una parte indispensable, pero corrresponde a un programa mínimo de derechos humanos.
También Alemania y otros países europeos han indemnizado a los sobrevivientes de los campos de concentración y a los que fueron utilizados para el trabajo esclavo. Pero tuvieron su Nüremberg. El provincianismo chileno, reforzado por medios de manipulación poderosos, impiden ver a todos que nosotros hemos vivido o sobrevivido bajo un régimen similar.
Pero yo, quizás usted también, aspiro a un programa máximo, porque me gustaría vivir con cierta seguridad, protegido por el imperio de esos derechos. Pienso también en mis hijos.
No sé que han hecho en 13 anos los partidos políticos de gobierno porque perplejo asisto a que recién ahora dos parlamentarios presentaron un proyecto de ley para que la temática de derechos humanos se incorpore a los programas educacionales.
En todo caso es el camino, pero tambien debe legislarse sibre un programa de derechos humanos que involucre preferentemente a la derecha y a las Fuerzas Armadas. Especialmente a éstas que han sido el instrumento utilizado por la primera para que se produzcan las violaciones que ocurrieron desde hace más de 30 anos y que aún nos preocupan. Menos mal que nos preocupan.
Me parece correcto que el ejército diga que el respeto y protección de los derechos humanos interesa a todos los chilenos y que promoverlos es un deber de cada ciudadano. Entonces, a promoverlos pues, en la escuela militar y en las academias, como enseñanza curricular.
En esta tarea estoy yo, también, como ciudadano chileno, empeñado.

No podía ser sino un inglés del siglo XIX quien escribiera „El extraño caso del Dr Jekyll y de Mr Hyde“, pues ese país, en ese entonces, se desarrollaba aceleradamente mediante la más feroz y brutal expoliación de millones de seres humanos en sus posesiones coloniales. Mr Hyde hacía estragos con los derechos humanos en el mundo, cuando aún no existía el articulo 4 de la declaración universal que prohibe la esclavitud y la servidumbre.
Gran Bretana controló y explotó alrededor de 500 millones de esclavos. Entreparéntesis, por eso ellos, los ingleses, son desarrollados y nosotros, los chilenos y muchos otros, somos subdesarrollados. Nos faltaron los esclavos para desarrollarnos. No es que seamos más tontos que los ingleses o norteamericanos.
Pero aunque los chilenos no hemos tenido esclavos sí hemos tenido a nuestro propio mr Hyde. El míster creado por la escritura de Stevenson ha sido y es la derecha en la historia política chilena. Tome usted cualquier insignificante libro de historia y le avalará este dicho, a pesar de todas las complicidades de historiadores como el senor Villalobos, hispanista de primera línea, funado, con razón, por los mapuches.
La existencia de los Hyde de la política nos obliga a pensar en los derechos humanos más allá de la solución coyuntural que nos presentarán algunos partidos políticos en este mes de junio del 2 mil 3, a casi 30 anos del inicio de la hecatombe de esos derechos ocurrida en mi país.
Hay signos, sin duda interesantes, como por ejemplo la reforma a la constitución que decía que el único garante de la institucionalidad en Chile eran las Fuerzas Armadas. Este absurdo mayúsculo está escrito cuando cada día se conocen nuevos nombres de oficiales procesados por ejecuciones, desapariciones y otras violaciones a los derechos humanos.
En el Senado se aprobó poner en su reemplazo que la institucionalidad la garantizan todos los organismos del Estado. Esta reforma es parte de la deconstrucción de la constitución que dejó Pinochet, acusado en Espana de genocidio. Son particularidades chilenas, pues siempre se ha afirmado que somos diferentes. Algo muy especial, casi europeos, dicen algunos investigadores de la identidad.


Es conocido el hecho de que un comandante en jefe de la Armada renunció a esa alta investidura para pasar a ser, de inmediato, candidato y senador de la UDI. Eso nos advierte que la derecha sigue influyendo ideológica y doctrinariamente a las fuerzas armadas. Pero también nos indica que ha existido y existe un amarre ideológico entre la derecha y las instituciones castrenses, las cuales deben ser no solo sujeto, sino sobre todo objeto en la elaboración de una política de derechos humanos seria. Si no se corre el riesgo de que la historia se repita, con toda la crueldad y abyección conocidas.
Las fuerzas armadas, como se sabe, han sido el brazo ejecutor de la política de la derecha, instada y apoyada por EEUU, para producir todas aquellas gravísimas violaciones a los derechos humanos las cuales aún aparecen como titulares de primera página. Es sabido también que cuando se ejecutaron no fueron titulares de primera página. Normativa o libro de estilo mercurial, se llama al latido de esas ausencias o presencias titulares.
Bueno, usted puede pensar que algunos sino muchos jefes políticos y militares han dado senales, han hecho gestos en o hacia la dirección correcta, demostrando algo así como reconocimiento de actos indebidos, quizás arrepentimiento.
Alguna persona puede hasta emocionarse leyendo las declaraciones de Chadwick o Longueira, en cuanto a reparaciones a las familias de las víctimas se trata. Estas actitudes han sido muy valoradas, pero yo creo que una golondrina no hace verano. Lo que el país requiere tanto para la derecha, como para las fuerzas armadas, es un programa para contar con una política de derechos humanos. También para nosotros todos, especialmente para nosotros.

Pensemos en el adoctrinamiento de las FFAA. Es dato conocido que el general en retiro en prisiones, Manuel Contreras, era un destacado profesor de la Academia de Guerra del Ejército. Creo que llegó a ser Director antes de ser jefe de la DINA.
Otro „docente“ de los militares fue el senor Ibanez Langlois, santo conocido como Ignacio Valente, y que, como los antiguos emperadores, decidía literarios destinos, era su papel de Jekill. Pero en las sombras era mister Hyde cuando ensenaba a los oficiales militares la perversidad de la doctrina marxista. Esas ideas eran presentadas tan pecaminosas que sus alumnos no podían sino salir de sus clases con una idea fija: donde están esos miserables para...
Si la derecha habló siempre de autoría intelectual de los desmanes de la ultraizquierda, en este caso no debería hacer una excepción. Todo esto con el debido respeto pues, en verdad, no sé si aún vive el senor Ibanez Langlois o si no estará ya tratando de encontrar desesperadamente alguna corriente de aire fresco junto al senor Hasbún.
Estos dos ejemplos docentes sólo apuntan a pensar sobre quién o quiénes imparten ensenanza en las fuerzas armadas. Y, ante todo, para preguntarnos sobre los contenidos. Sería de interés público conocer la lista completa de los profesores, y, lo más importante, cuáles son los planes y programas de estudios. Y cuántas horas se dedican a la ensenanza de los derechos humanos.
Y sería un gran aporte que alguno de los alumnos de la Escuela de las Américas diga qué aprende allá, en Norteamérica, donde cada ano va más de un centenar de oficiales militares. Sería prudente comparar esa asistencia y los diplomas logrados con los obtenidos en cátedras de derechos humanos en universidades e institutos no sólo chilenos sino también extranjeros. Cuántos diplomas, cuántos doctorados se han realizado en este campo y quienes son los oficiales militares que detentan esos certificados.
Las propias informaciones del Ejército dicen que sus oficiales asisten a universidades nacionales y extranjeras para estudiar economía, administración, ciencias políticas, relaciones internacionales, sociología y derecho.
Y aunque se habla de reformas en un programa que abarca hasta el 2 mil 14 aún no se advierte un cambio significativo en la ensenanza de los derechos humanos. Y eso hace imprescindible que ese estudio vaya más allá de Francisco de Vitoria.
En este sentido también debiera legislarse para que los programas de estudios de la escuela militar, las academias de guerra y otras instituciones educativas y doctrinarias de las fuerzas armadas incluyan los derechos humanos. Sólo entonces se podrá hablar de un cambio.

Pinochet, como yo y usted, es mortal. ¿Cómo reaccionarán el ejército y las fuerzas armadas y los partidos políticos ante la anunciada crónica de su deceso? Seguramente muchos han elaborado ya los posibles escenarios y quizás los discursos.
No me extranaría que las fuerzas armadas despidan con todos los honores a este personaje que dividió a mi país en bandos irreconciliables y que hizo del nombre de Chile un sinónimo de crueldad y barbarie, condenado decenas de veces por Naciones Unidas. Sólo nos faltó el bombardeo de Estados Unidos, de absoluta imposibilidad si recordamos que Powell ha dicho que no se sienten orgullosos de esa parte de la historia. Los norteamericanos.
Sin embargo, el Ejército chileno se ha quedado incluso atrás de Powell, pues no se ha desvinculado por completo de Pinochet y de la dictadura militar y en consecuencia de las violaciones a los derechos humanos.
El Ejército, (tengo en cuenta los articulos publicados por CESIM), promueve un relativismo histórico que puede resumirse así: todos fuimos responsables al crear las condiciones políticas para los desgraciados sucesos, la violencia política condujo al quiebre de la democracia, a la intervencion de las FFAA y a las situaciones que afectaron los derechos de las personas. Responsable sería, entonces, el contexto. ¿Qué es el contexto? Relaciones en una abstraccion sistémica que jamás lograríamos sentar ante un tribunal.
Pero como no es facil sostener esta argumentación agrega, el ejército, que existen en el país visiones particulares de la interpretacion de los hechos y que la existencia de una verdad histórica compartida es una ilusion. Como usted ve, se fueron al chancho.
Pero esta fraseología la derrumban los hechos.
Tome usted, estimado lector, la declaración universal de los derechos humanos. Si no tiene una, consígala, téngala en su casa y así podrá educar a su familia. Empecemos y vea usted el núcleo duro de estos derechos, aquellos que forman parte del patrimonio de la humanidad y pregúntese o pregúnteles: quien o quiénes atentaron contra el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de las personas; quienes fueron los ejecutores de torturas, penas y tratos crueles, inhumanos o degradantes; quienes detuvieron, apresaron y desterraron arbitrariamente; etcétera.

Tras la revisión somera de estos artículos de los derechos humanos aparecen víctimas y victimarios y es posible identificar claramente a los responsables: Pero „...el ejército de Chile sostiene que no se puede pretender que la violencia en general y las violaciones de los derechos humanos en particular correspondan sólo a una parte de nuestra sociedad, ni menos que esta pueda continuar dividida entre víctimas y victimarios“.
Naturalmente yo no hablo de violencia en general, sino violencia en concreto, con ejecutados, con desaparecidos, torturados, exiliados, o sea con todas esas personas cuyos familiares hoy son todavía objeto de preocupación y para las cuales se está tratando de elaborar un programa de reparaciones.
Pero ¿cuál es el programa para el país? Es mi pregunta.
Porque creo que para que los atentados no se repitan hay que empapar de derechos humanos a los chilenos todos, desde la escuela, y sobretodo a los militares y a la derecha. Ese será un programa real de derechos humanos que conformarían una política para cada organización. Entonces habrán varias golondrinas, y también veranos.
Para todos, quizás, porque la aplicación de los derechos humanos son y serán una aspiración, la más legítima y la más ética, y su cumplimiento dependerá, como toda acción o conquista humana, de nosotros mismos. Porque los Hyde de la política son también, por desgracia, inagotables, hasta ahora. Quizás si le cambiamos el nicho disminuirían, porque está comprobado que la variabilidad humana es un componente de la mayor significación.
Más optimismo, imposible.

Segunda semana de junio, 2003