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Mi
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Palpita alejamiento de mi paísA MEDIABANDA CON IDENTIDAD CHILENA |
Mi país / 25 |
El me preguntó si podría recibir a cinco o seis chilenos en mi patio, allí podrían levantar algunas carpas, sólo sería por algunos días, vienen a conocer esta región, quizás den un concierto aquí en el sur, dijo. Sorbí un vaso de vino “Pinot Nero” y le dije que la condición de chileno no tenía para mí ningún valor especial. En esta región viven dos chilenos y no nos vemos casi nunca. Es insuficiente nuestra condición nacional. Nos tratamos esporádicamente. Te digo: puedo tener más afinidad con un español, un esloveno o un italiano que con un chileno. Luego de una pausa agregué: Lo principal para que esas personas puedan vivir en mi patio o mi casa durante algunos días no es que sean o no chilenos, sino que no hayan tenido ni tengan relación alguna con el pinochetismo. Esa es la línea divisoria, ninguna otra. Porque la dictadura fusiló a mi cuñado en el norte. Y mi generación no perdona. Jamás disculpará los crímenes de derecha y las fuerzas armadas chilenas. Ni menos a sus cómplices. Eso es lo definitivo. Se produjo otra pausa hasta que Oscar dijo: Son jóvenes. Ninguno vivió bajo esa dictadura, incluso creo que tienen una canción motivada por los chilenos del exterior, o algo parecido. Esta bien, contesté, que vengan, avísame con anticipación. Mi respuesta incubaba una suerte de alejamiento de mi país, quizás un cierto despecho, tal vez hasta rencor. Es un sentimiento muy oculto, porque enseñé a mis hijos a amar a mi país. No hablo de patria, pues a esa hay que olvidarla como recomendó Bolaño. En rigor escribo estas líneas sólo como una descarga sentimental que me puede producir, quizás cierta tranquilidad. Sólo sé de esos chilenos que son relativamente jóvenes, que hacen una gira musical por Europa y que no serían de derecha. Subo y bajo la escalera. Recorro las habitaciones. Salgo, entro, no sé qué hacer. Fui a comprar, olvidé los productos esenciales. Actúo con torpeza. Anoche vi el partido entre Chile y Austria, en la U 20. Ganaron los chilenos, le escribí a un amigo. No dije “ganamos”. Me siento nervioso, hoy llegarán los chilenos. No sé quiénes son, ni de dónde vienen. Por primera vez recibo en mi casa a personas que no conozco en absoluto. Algunos son profesores, me informaron. ¿Profesores de qué? La inquietud me acosa. Es tan absurdo, pero me explico: hace 15 años que emprendí mi segundo exilio. Y me parece como si ahora me visitara mi país: ¿Qué cara tendrá? ¿Hablará como cuico? ¿Será nortino o sureño? ¿Capitalino? ¿Qué chileno no quisiera? Ningún derechista, ningún fanático religioso, ningún pituco de mierda, ningún grosero. Tampoco esos que creen que ser chileno es conjugar en cada frase el verbo huevear. O aquellos que nunca han reflexionado qué significa patria, más allá de los esloganes dieciocheros. ¿A qué hora llegarán los chilenos? Ya es mediodía. Eso significa que necesitaré para hoy sólo una comida. Mi mujer la dejó hecha ayer domingo. Son escalopas. Escucho un auto, me salta el corazón, pasa de largo. Lo del corazón proviene porque mientras viví bajo dictadura la pesadilla de cada noche era que llegaban vehículos y se abrían y cerraban puertas con gran violencia. Escuchaba las carreras. Vienen otros. Hola, que tal, un apretón de manos con Oscar que nos presenta a nuestros huéspedes. Ya le había dicho que disponía de dos habitaciones con cama de 1 metro 20 por 2. Yo mismo fabriqué los catres, para que mis hij@s pudieran dormir con comodidad con sus compañer@s sentimentales. Así que llegaron dos parejas. Una cuarentona, la otra treintona, así me pareció aunque quizás fueran más jóvenes. Entraron a mi casa, vivieron en el segundo piso, nosotros nos manteníamos abajo. Mi primera sorpresa fue que eran bastante organizados. Compraban comida. La preparaban y la compartían con la nuestra. Un huracán lavaba la loza. Un día viernes presentaron su música en un centro cultural bien calificado. Descolllaron, bien podrían actuar en los mejores escenarios europeos. Ovacionámos su música múltiple estilística, de fusión. Y el penúltimo día organizamos una fiesta en conjunto con toda la media banda. Efectivamente, casi todos los integrantes eran jóvenes. Vino también Oscar y su señora. Y un austriaco que había cedido su departamento a otros 4 chilenos. Hicimos parrilladas con chuletas y costillas de cerdo a la Schwabing , agregamos un par de pollos. Bebimos vino y cerveza. Los cabros empezaron enseguida a jugar una pichanga en el patio, atrás, Otros se turnaban con el badmiton. Entretanto los mayores tratábamos la carne. Hubo mesa y servicio para todos. De pronto la verdad cayó. Se produjo el encantamiento de sentirme en mi propio país. No era sólo porque regaba con cerveza la carne en la parrillada. Eran los gritos en chileno español. Los movimientos. Las frases oídas desde lejos. Los temas. Todos eran tan chilenos como yo mismo. Fue una epifanía de afecto terrenal. Era el lenguaje que hacía palpitar a la memoria, era los recuerdos de otros seres queridos, era el compartir algunos valores básicos. Era estar a Mediabanda, marcando ausencias imborrables que, a menudo, nos visitan. O separaciones tajantes. Aún quería y quiero mi país. No el representado por esos estúpidos lemas patrioteros elaborados por el racismo militarista. Menos los de esa anacrónica elite descrita por María Rosaria Stabili en “El sentimiento aristocrático”. Como si alguna vez los hubieran tenido, pues sólo les enternecía la incondicionalidad de esclavos de sus mayordomos y criados; empobrecían el país mientras ellos crecían en fortuna y en falta de escrúpulos. Llenaban sus bocas con apellidos “ilustres” y el falso orgullo de haber hecho a Chile a su medida. Cuando leo alguna expresión de los delirios patrióticos de esa elite recuerdo al humorista, actor y director de teatro, Pepe Rubianes, quien cansado de ir hablar a la derecha de Rajoy sobre la unidad de España dijo: ... A mi la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás, y que se metan a España en el puto culo a ver si les explota adentro y le quiebra los huevos, vayan a cagar a la puta playa con la puta España que llevo desde que nací y dejen de tocar los cojones... Rubianes fue acusado de ultraje a España, pero fue absuelto por la justicia pues no atacó a España sino a una concepción de España, la de la derecha conservadora y el fundamentalismo católico. Cuando escucho hablar a políticos como Larraín o Errázuriz sobre Chile, la patria, etc recuerdo con agrado a Rubianes. La derecha siempre ha pretendido hacernos pasar gatos por liebres con la identidad nacional y, a veces, ha logrado hacer de su concepción de Chile la concepción de los chilenos. No estoy contra los apellidos, mis visitantes los tienen de origen alemán, francés, árabe, griego, español. Somos una nación diversa, sólo nos falta que esa variedad la convirtamos en ventaja humana, no comparativa. Conversé con algunos de los jóvenes chilenos en mi territorio sobre mi experiencia de lucha contra la dictadura entre 1973 y 1977. Todos los compañeros con los cuales editamos un periódico clandestino fueron asesinados, dije. Y conté como se hacía el periódico y por qué debí salir huyendo de mi país, arrebatado por un Estado que lo convirtió en un regimiento e hizo de los establecimientos fiscales centros de torturas y crímenes. Con esos chilenos a ningún carrete. Todo eso pasaba por mi cabeza hasta que los impulsos que dirigen mis escritos me llevaron a hacer un brindis. Luego de explicar mis aprehensiones dije que nosotros los chilenos presentes compartíamos algunas claras señales de pertenencia. Y recordé los antiguos escritos guaraníes, salvados de la destrucción invasora. Cadogan reunió esa enciclopedia oral guaraní. Y en el capítulo acerca del lenguaje humano los guaraníes dicen que es parte de la esencia del alma enviada a los hombres por Ñamandú, el verdadero Padre, el Primero. El envió esa “pequeña porción de amor”. Y los primeros habitantes “después de haber asimilado la sabiduría divina/ de su propio Primer Padre;/ después de haber asimilado el lenguaje humano;/ después de haberse inspirado en el amor al prójimo;/ después de haber asimilado las series de palabras del himno sagrado;/ después de haberse inspirado en los fundamentos de la sabiduría creadora,/ a ellos también llamamos excelsos verdaderos padres de las palabras-almas;/ excelsas verdaderas madres de las palabras-almas.” Sí, soy un convencido que tenemos también palabras almas que nos distinguen de otros pueblos o naciones. Corresponden a la estructura profunda de nuestro lenguaje y están instalados en lo recóndito de nuestra conciencia. Forman parte de nuestra cultura de la cual siempre ha estado ajena la derecha. Ellos tienen su propio código. Más cercana a nosotros es la nación mapuche. Las huellas de su lenguaje están en todas partes. Pero los viajeros no la ven ni la sienten aunque las señales están en calles y pueblos de Chile. Me hubiera gustado decir todo esto, pero empezó a llover y tuvimos que entrarnos a una habitación donde cantamos durante horas canciones de identidad. Ahí estaba mi Chile, el que añoro y para demostrar mi cariño serví el vino en damajuana. Cuando nuestros huéspedes se fueron mi mujer comento: Fue igual a cuando era niña y venía el circo, sentíamos tanta alegría, disfrutábamos tanto que cuando se iban nos sentíamos vacías. Hubiéramos querido irnos con ellos. Efectivamente. Miguel Gómez S. |
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