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El voto exterior y el avecindamiento mentalSI O´HIGGINS VIVIERA NO PODRIA VOTAR |
Mi país / 24 |
El aspecto central del debate sobre el voto exterior es entre quienes sostienen que para votar hay que estar avecindado en Chile y aquellos que consideran al sufragio como un derecho ciudadano y humano para todos los chilenos, estén donde estén. Explico algunas fases del avecindamiento: La historia no es simple pero es dato conocido que O´Higgins entró en conflicto con la aristocracia castellano vasca y la iglesia y fue forzado a abdicar. El fundador de la república independiente debió emprender el camino del exilio que se prolongó durante 19 años, hasta su muerte. Si O´Higgins viviera, según los criterios de la derecha, no podría votar por no estar avecindado en Chile. El mismo poder político que forzó el destierro de O´Higgins es el que actualmente, con sus votos, torpedea el voto de los chilenos residentes en el extranjero. No es casual que un Errázuriz haya figurado en la junta que sucedió al padre de la patria, punto de inflexión de la formación del estado oligárquico. Ese poder, luego de expulsar al fundador de la república independiente, promovió la fundación de una nación homogénea a base del etnocidio. Y se avecindaron en las mejores tierras de la Araucanía , hasta el día de hoy. Es cosa de revisar los apellidos que defiende Espina. A esa nación “homogénea” le insuflaron un alma aromatizada con incienso que se convirtió en el “alma nacional”, construcción religiosa ideológica que incluso algunos obispos ya la escriben entre comillas. Los inmigrantes o colonos llegados a Chile desde la segunda mitad del siglo XIX, en muchos casos, olvidaron de inmediato su lugar de nacimiento, su cultura, sus costumbres y se asimilaron por completo. Por eso en el sur era posible ver a los primeros huasos europeos avecindados e institucionalizados como fundadores del inquilinaje. Uno de los grandes ideólogos del racismo, Domingo Faustino Sarmiento, dio fama regional a la oposición entre civilización y barbarie. Y como bien ha subrayado distinguidos historiadores, uno de los fundamentos de la barbarie, en esa oposición binaria, la constituía la movilidad de los “indios”. Estos poseían un espacio territorial y cultural, atravesado de occidente a oriente, que lo recorrían como Pedro por su casa. Esa movilidad fue presentada como algo naturalmente opuesto al avecindamiento, al sedentarismo y la institucionalización. Era la barbarie que se traducía en vagabundos, en errantes, en nómades, en incivilizados. Este argumento del racismo fundacional chileno se llevó al extremo en otros países. Por ejemplo, la movilidad de la población gitana en Europa se convirtió en insoportable para el régimen nazi. Como no lograban avecindar a los gitanos los nazis acabaron con ellos. En Argentina, en Chile y en otros países sucedió algo parecido. Argentino Roca allá, conservadores y liberales acá. Los sobrevivientes fueron avecindados en alguna isla, otros en reducciones. Los herederos políticos de esta historia infame y aristocrática, todos de origen afuerino, son quienes hoy nos niegan el ejercicio del derecho a votar a los chilenos que vivimos en el exterior. Porque no estamos avecindados en Chile aunque es un sabido que las incapacidades de gestión de los gobiernos o directamente la represión dictatorial producen exilio y migración. Los hacendados y grupos económicos produjeron en el siglo XX la mayor crisis política en el país, porque sólo ellos “progresaban” mientras cundía el atraso y la miseria de las mayorías. Allí está el origen del exilio, aunque es sabido que entre los 877 mil chilenos que vivimos en el exterior la mayor parte debió salir del país por causas económicas. En todo caso el planteamiento de la derecha para oponerse al voto exterior de los chilenos es una reiteración de su latente vocación antidemocrática y, también, una expresión del desconocimiento de la realidad de los chilenos que viven o sobreviven en el exterior. Y me parece inaceptable cualquier condición que limite nuestros legítimos derechos constitucionales. En la queja presentada contra el Estado de Chile ante el relator para los Derechos Humanos de los Migrantes de Naciones Unidas hay una sólida argumentación al respecto. Creo que el ejercicio de un derecho reconocido nacional e internacionalmente no puede ser negociado. Por eso me parece un error sostener que si no se cede ante las exigencias de la derecha no habrá ley. Ley habrá, sin duda, con o sin Piñera. Y si el señor Piñera, que aspira a la presidencia de la república, quiere quedar como el símbolo de quienes se oponen a vincular a Chile con los chilenos del exterior, pues que lo haga. Así se liberará del peso del matiz de diferencia con la UDI que, al menos, tiene la desfachatez de rechazar nuestro derecho porque ese partido siempre ha sido, no la representación de la antidemocracia, sino su esencia misma. Ni mi condición de chileno ni mi condición ciudadana la voy a negociar con quienes instauraron una dictadura que suprimió el derecho a voto y que, 30 años después, todavía llena los pasillos de los tribunales con sujetos que deberían integrar una sala completa del Museo del Crimen de Viena. Tampoco me voy a integrar a las representaciones patrioteras jurando que como empanadas, bebo vino tinto, tengo manjar y me alegro de que Menem sea un cornudo. No voy a caer en el garlito de probar ante la derecha mi condición de ciudadano chileno informado. Menos con argumentos destinados a la masa manipulable. Me parece un camino equivocado negociar un derecho legítimo inscrito en la declaración de derechos humanos y el pacto de derechos políticos suscritos por Chile. Lo que si hay que hacer, según mi opinión, es poner en evidencia lo que se proclama en discursos y escritos acerca de lo beneficioso que sería el contacto entre los chilenos avecindados y quienes residimos en el exterior. En este sentido pueden aumentarse las iniciativas que demuestren que los chilenos del exterior somos una fuerza social, cultural y política que debe ser considerada en todos sus aspectos y no simplemente como un componente electoral. Actualmente hay chilenos que residen en el exterior que pueden oír algunas radios nacionales con un simple clic. Y contactarse con Chile telefónicamente mediante el programa Skipe. Otros pueden escribir sus historias de vidas en páginas de revistas o en publicaciones electrónicas. Sostener que los chilenos del exterior no pueden decidir la política que deberán tener los del interior es no sólo una exageración; es construir un estereotipo de la derecha destinado a presentarnos como extranjeros, o sea como una amenaza. Si algunos medios informativos que funcionan fuera del sistema mercurial se pusieran en onda se podría hacer conciencia en el país acerca de este nuevo atropello y acerca de lo que representa este sector de chilenos. Sólo en el lugar donde yo vivo hay varios embajadores chilenos: uno se gana la vida con su guitarra interpretando música chilena en conciertos, en casinos y restaurantes. Otro da conciertos de música barroca y reconstruye composiciones del ámbito chileno y latinoamericano. Hay otro “chileno” muy especial: cuando era un bebé, después del golpe militar, fue adoptado: es un niño-adulto discapacitado y que, sin embargo, una o dos veces al mes me llama por teléfono para comentarme, en español, alguna noticia sobre Chile. Asegura ser chileno, y lo es, y por esa profunda motivación alguna vez viajó al país con sus padres adoptivos. ¿Por qué los medios que todavía tienen algún matiz de apertura no se contactan con los chilenos del exterior y divulgan su realidad? Yo creo que no lo hacen porque el avecindamiento mental de la derecha, por desgracia, influye en vastos sectores autocalificados de progresistas. En realidad, Chile no parece ser sólo una loca geografía, sino un país avecindado entre el desierto y los glaciares, y amurallado entre la cordillera y el mar. Y del cual son dueños diez grupos económicos que pretenden decidir, con sus representantes políticos, quienes deben votar. Para producir el contacto cultural enriquecedor es necesario que los partidos políticos que apoyan el ejercicio del derecho a voto exterior sobrepasen los cálculos electoralistas y organicen una campaña en forma, en Chile y el exterior, que lo permita. La tendencia moderna es a considerar como ciudadanos de plenos derechos a los nacionales que por distintas razones residen en el exterior. En América Latina tienen derecho a voto en el exterior los ciudadanos de México, República Dominicana., Honduras, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Brasil, Ecuador, Perú y Argentina. En los restantes países han movimientos que, como en el caso chileno, exigen el ejercicio de este derecho. Ejemplos de sistemas de voto en el exterior son también Francia, Italia, Alemania y otros. Miguel Gómez S.
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