A veces la transparencia de la manipulación del poder político es tan nítida que, aunque vulgar y mediocre, produce efectos nacionales inflados por el factor mediático que es controlado por ese mismo poder.
La presa diaria de esos voceros políticos es ese chileno acrítico, ingenuo, incluso hasta bobalicón. Hablan para ellos, son sus potenciales electores que suman a los arribistas de siempre y a aquellos que hicieron de la tortura una política.
En este sentido un caso para comentar, por su manifiesta claridad, es lo sucedido entre “el Senado de Chile”, la presidenta Michele Bachelet y el gobierno venezolano.
Los hechos: Una mayoría derechista del Senado de Chile aprueba el 11 de abril pedirle a la presidenta de Chile, Michele Bachelet, que presente un reclamo formal contra el gobierno venezolano en la OEA por no renovar la concesión televisiva a la estación Radio Caracas TV.
La moción se aprueba dos días antes que la presidenta viaje a la cumbre energética que se realiza en la Isla Margarita , Venezuela. La medida del gobierno venezolano de no renovar la concesión caducada a Radio Caracas TV fue adoptada dos meses antes.
El presidente Chávez consideró el acuerdo de una parte del senado chileno como una grosera intromisión en los asuntos internos de su país. Contestó el ataque descalificando a quienes aprobaron el proyecto de acuerdo nombrándoles fascistas.
La respuesta de Chávez produce la esperada y desmesurada reacción de los derechistas y de algunos demócrata cristianos.
Dijeron que Chávez había trapeado con la dignidad del país y llamaron a defender uno de los poderes del Estado. Se sumaron insultos variados.
¿Quiénes aprobaron el proyecto de acuerdo? Andrés Allamand, Soledad Alvear, Jorge Arancibia, Carlos Cantero, Andrés Chadwick, Juan Antonio Coloma, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, José Garcia, Antonio Horvath, Carlos Kuschel, Hernán Larraín, Pablo Longueira, Evelyn Mathei, Roberto Muñoz Barra, Jaime Orpis, Víctor Pérez, Sergio Romero, Mariano Ruiz Ezquide.
Es decir 8 senadores de la UDI , 6 de Renovación Nacional, 3 del Partido Demòcrata Cristiano y un PPD. Este último es el senador Roberto Muñoz Barra, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.
Se registraron 6 votos en contra de la moción.
De los 18 senadores 14 son de la derecha militante. De éstos últimos muchos de ellos si no todos formaron parte de la dictadura militar de Pinochet o la apoyaron. Actualmente muy pocos tienen dudas de que ese régimen fue fascista.
Uno de los firmantes de la protesta, el Presidente de la UDI , Hernán Larraín, animando a la presidenta para que le de cachetadas a Chávez en la reunión energética, declaró:
Si la Presidenta de Chile no defiende el Congreso Nacional, si no defiende la historia de la república, ni a su democracia, la verdad es que no es Chávez el que queda mal, sino la Presidenta.
Como se puede advertir ya no se trata de defender una moción presentada y aprobada por 18 senadores, 14 de los cuales son derechistas consumados, sino de defender el Congreso Nacional, la historia republicana, la democracia, Chile mismo.
Tal es la auto representación de la derecha: creerse congreso nacional, la historia de Chile y a democracia. O sea creerse la raja, cuando en verdad representan el anacronismo y lo peor de la historia de Chile: los genocidios de los siglos XIX y XX.
Aún más:
El UDI, Pablo Longueira, dijo que no quería ver a la presidenta, en la cumbre de jefes de estado del cono sur, en gestos coquetos con el presidente venezolano.
¿Cómo es posible que la derecha pretenda determinar hasta los gestos públicos de una presidenta?
La derecha montó este teatro para atacar a Chávez, producirle dificultades a la presidenta y dañar las relaciones diplomáticas entre ambos países
.Como fondo el grupo de senadores baila como comparsa en una escenificación más vasta, pues participan de la estrategia del poder norteamericano. Buscan halagar a Bush
.No es una interpretación antojadiza, porque dos días después de aprobarse la moción contra Chávez en el Senado chileno, el día 13 de abril, los medios informaron de la entrevista sostenida entre el Ministro de Relaciones Exteriores chileno, Alejandro Foxley, y la Secretaria de Estado de EE.UU. Condoleezza Rice. El vocero oficioso de la derecha y de los norteamericanos en nuestro país tituló que Chile y EE.UU. habían acordado aumentar la cooperación educacional, económica y de seguridad.
Y en la versión de la declaración del Departamento de Estado norteamericano se dice que esos objetivos constituirían una expresión del “excelente estado de las relaciones entre Estados Unidos y Chile”.
Se informa sobre aspectos económicos y educacionales que serán objeto de mejoramiento, nada sobre el aumento de la cooperación en seguridad.
En todo caso el ministro Foxley llegó a la reunión con el aura anti chavista para gran regocijo de la Rice.
Así se resumió el excelente estado de las relaciones entre Estados Unidos y Chile.
Pensar que deseo que las relaciones sean malas sería absurdo. Lo que debe primar son relaciones soberanas. Y es no deseable que un gobierno se deje mangonear por una derecha que suprimió todas las libertades y todos los medios de expresión independientes bajo la dictadura. ¿Quién puede creer en el interés de la libertad de prensa de la derecha? Sólo aquellos chilenos aludidos al comienzo.
Pero de los hechos relatados acerca de este episodio quisiera exponer la reflexión de que la derecha tradicional, golpista, cree que encarna Chile por completo. La sinécdoque de puta madre no es casual, verbaliza la propaganda de identificar, en el caso comentado, al senado y la historia de Chile con la derecha y el Agregado de tres DC y un PPD.
No es sólo propaganda política de la derecha. El mayor problema radica en que los derechistas se creen los dueños del territorio, de la historia republicana y del “alma nacional”. Los conservadores y liberales así se lo imaginaron en el siglo XIX y después durante casi 200 años, han repetido la monserga de que son los fundadores de Chile.
Esta clase parasitaria, incluidos “elites” y siúticos, además, se ha apropiado física y espiritualmente de la jerarquía de la iglesia católica creando la manida representación del “alma nacional” de la cual serían, naturalmente, sus propietarios o consumados representantes.
Y quién puede garantizar que, finalmente, el Vaticano elimine el alma así como acaba de anunciar la definitiva inexistencia del “Limbo” lugar al cual se iban los niños muertos sin bautizar y con el alma absolutamente “blanca”.
Al “alma” la derecha ha sumado la espada que gustosa se ha prestado para la infamia con símbolos patrioteros que hoy por hoy caen en desuso, desprestigiados sus fundamentos agresivos o directamente racistas.
De esta manera el “alma nacional” es el alma de la derecha enquistada en el poder político, espiritual y armado.
En realidad, Hernán Larraín, el presidente UDI, quizás crea aún en la importancia de apelllidos venidos a menos, aún más desacreditados por sus descendientes, muchos de los cuales se matricularon con la dictadura hasta las heces. El terrorismo de la dictadura los tuvo como a sus mentores ideológicos.
Auto representarse como la historia de Chile y de su régimen político es un despropósito anacrónico.
Entretanto la ingenuidad y/o la ignorancia son manipuladas con el cuento único del alma nacional. Los que creen son, en rigor como cabros chicos, inquilinos de ayer, que todavía creen en el papá hacendado.
Miguel Gómez S.
Fines abril, 2007
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