Es una verdad de Perogrullo de que para que haya existido un Pinochet se necesitaba que existieran pinochetistas o dicho de otro modo que en Chile hubiera asesinos, torturadores y corruptos, una suma social significante de violadores de los derechos humanos.
Sin esa base política, social y económica no podría haber nacido ni muerto “la peor escoria que ha parido la patria” como dijo la Presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Lorena Pizarro, al comentar el deceso de Pinochet.
Esa base pinochetista se ha debilitado pero no ha desaparecido. Durante el velorio de Pinochet en la Escuela Militar el país y el mundo han observado el rostro furibundo y sedicioso del pinochetismo.
La UDI y RN asumieron públicamente el duelo. Los altos mandos de las fuerzas armadas y aquellos civiles y uniformados que formaron parte del régimen militar. Y las agrupaciones empresariales que fueron las beneficiadas por la política económica de la dictadura.
Yo pensaba que Pinochet, como declarado cristiano occidental, se iría directamente al infierno para pagar sus pecados. Pero el Presidente de la Conferencia Episcopal, el obispo, Alejandro Goic, me desmintió: ha dicho que “Dios tiene misericordia aún de los más grandes pecadores.” Según ese criterio hasta Hitler debería ser objeto de esa piadosa misericordia católica. Y a propósito del führer debe mencionarse que el saludo nazi también estuvo presente ante el féretro del dictador.
Al cardenal Francisco Javier Errázuriz sólo le falta ser fichado por la UDI para tener el carné de militante. Con una falta de respeto increíble hacia el mundo católico que fue víctima de Pinochet dijo que el dictador “entregó toda su existencia para servir a la patria.”
El ejército se comportó como lo hemos afirmado en este sitio. Una institución penetrada por el pinochetismo y que, por lo mismo, requiere ser refundada. Los honores rendidos a Pinochet, el aviso sedicioso publicado en la prensa escrita y otros hechos demuestran con claridad que no es el ejército de todos los chilenos.
El comandante en jefe del ejército, general Izurieta, en su discurso justificó el golpe de estado de 1973 asumiendo la interpretación de la derecha y calificó de simple “aspecto controvertido” las violaciones a los derechos humanos condenadas internacionalmente.
La muerte de Pinochet fue ocasión para que el pinochetismo mostrara la cara y las garras. El pijerío y el lumpen se reunieron en las exequias del ex dictador. Agredieron a periodistas y pifiaron a la ministra de defensa que debió abandonar la escuela militar. La agresión a la periodista española recorrió el mundo.
El nieto de Pinochet, capitán de ejército, en un discurso “no programado” alabó al dictador y exaltó el golpe militar de 1973. El capitán fue dado de baja en forma fulminante.
En cambio el nieto de un ilustre militar, el general Carlos Prats, asesinado junto a su esposa en Buenos Aires, escupió el vidrio del ataúd de Pinochet. El escupitajo representa la falta de justicia. Dijo que fue un ajuste de cuentas, pues sus abuelos fueron asesinados por órdenes de Pinochet. Y no hubo justicia.
Exactamente, la expresión más clara de la existencia de ese sector chileno con disposición para matar la representa el hecho de que Pinochet murió sin ser condenado con más de 300 procesos por sus crímenes y corrupción.
Esto han lamentado muchos compatriotas que lo atribuyen a la falta de responsabilidad del Estado para hacer justicia. Los que impidieron hacer justicia están atrincherados en la derecha que representa a los grupos económicos, en el Poder Judicial, en las Fuerzas Armadas y en parte de la jerarquía eclesiástica.
Pinochet dividió con fosos de sangre a la sociedad chilena. Con toda razón, la abogada, Fabiola Letelier dijo que será recordado como el mayor criminal de la historia de Chile.
Entretanto la derecha nos invita con sus cantos de sirena a sumirnos en el olvido, a disfrutar la concordia y a mirar extasiados hacia delante. ¿Sobre qué base?: la impunidad, el libre mercado, la desigualdad social, y la alianza con Bush.
Chile sufrió un Auschwitz. Y eso no se olvida.
Y quienes luchan contra la impunidad y porque se haga justicia están contribuyendo a crear un país en el cual sus hijos no vuelvan a ser objeto de genocidas.
Kofi Annan, al comentar la muerte de Pinochet, ha destacado este rol y lo ha convertido en distintivo mundial:
“La búsqueda de justicia en Chile se ha convertido en símbolo de la lucha internacional en pos de los derechos humanos y a favor de que haya un rendimiento de cuentas para los que abusan de la gente que supuestamente deberían servir.”
Cuando Pinochet cumplió 91 años, días antes de su muerte, dijo que asumía la responsabilidad política sobre la dictadura. No habló de la responsabilidad penal.
Y agregó que todo lo hizo por engrandecer a Chile. Como Hitler, que también quiso engrandecer Alemania.
En los procesos por corrupción se revela que Pinochet hizo del engaño y la simulación una práctica de vida: pasaportes falsos, declaraciones juradas falseadas, fraude al fisco, enriquecimiento ilícito, etc. Engaño, falsedad, simulación para eludir su responsabilidad por los actos crueles y degradantes, hasta su muerte. En España quedó pendiente el proceso por genocidio, terrorismo y corrupción.
Se trata de un sujeto que precipitó hacia la muerte y a la desaparición a más de tres mil chilenos. Cuando le preguntaron sobre los desaparecidos declaro que para un país con 14 millones de habitantes “2 mil es nada”.
Por eso se comprende la declaración de Lorena Pizarro.
Un sujeto acusado de genocidio y de corrupción es objeto de un funeral de primera en la escuela militar. Sus familiares tendrán sus cenizas. En cambio todavía hay chilenos que no saben dónde están sus seres queridos.
Esos miles de chilenos hechos desaparecer no tienen un lugar donde sus familiares puedan poner su nombre y, quizás, una cruz.
Mireya García, vicepresidenta de la organización de familiares de detenidos desaparecidos ha dicho certeramente que “mientras haya justificación de los crímenes, no existe posibilidad de reconciliación.”
Con la desaparición de Pinochet no desaparece el pinochetismo. La muerte del dictador y el ceremonial en la escuela militar ha servido para verlos a todos. Sólo han cambiado nombres y formas, pero la esencia criminal se mantiene latente.
Los políticos de los partidos de centro derecha que promovieron el Auschwitz en nuestro país, en su mayoría portan una medallita o cuelgan una gargantilla con una cruz de oro como adhesión al cristianismo.
Para algunos observadores de la política chilena es notorio el funcionamiento del pacto entre caballeros, establecido tras la expulsión de los militares del poder, entre los partidos de centro izquierda de la Concertación y los de la derecha. Estas fuerzas constituyen la mayoría política en Chile.
Este pacto de caballeros de la concertación es, sin embargo, con desalmados o lúmpenes de la política nacional. Desalmados en el sentido de que se trata de gente sin alma, a la manera católica, y lúmpenes en el entendido de que no respetan regla alguna cuando se trata de la protección de sus intereses particulares. Son los herederos de Pinochet.
Actualmente, después de destruir el Estado democrático, buscan establecerse como la fuerza que dispensa y tutela la democracia. Pero con sus votos no permiten en el parlamento la renovación del sistema electoral ni tampoco aprueba que los chilenos que viven en el exterior puedan participar en las elecciones. Y se nombran demócratas.
El escenario político actual está fundamentado en este pacto o contubernio, a veces tácito, que incluye la invariabilidad del modelo económico de libre mercado y la intangibilidad del sistema político restringido.
La cancha está rayada y sería ingenuidad pensar que en ese cuadrilátero pueden producirse cambios significantes. Y tiene tal fuerza compulsiva que cuando el dirigente socialista, Camilo Escalona, denuncia a los “chupa sangre” se produce un escándalo de proporciones. No se puede tocar a los consorcios económicos. Quienes concentran la riqueza gozan de impunidad.
Por eso nadie se sorprende del laudatio de la Confederación de la Producción y el Comercio, la Sofoca, la Sociedad Nacional de Agricultura hacia Pinochet. ¿Y qué destacan? El modelo económico neoliberal, la reforma laboral y la privatización de la previsión. Todos negocios redondos para el sector empresarial.
El ex presidente Ricardo Lagos fue un buen administrador del pacto. La presidenta Michelle Bachelet se debate en ese marco. Sin embargo, en este caso superó las presiones que demandaban que el dictador tuviera honores de ex jefe de Estado y duelo nacional.
Cuando este pacto está en peligro se apela a mantener una actitud o posición de Estado, a considerar los intereses generales de la nación y no el particular de uno u otro partido.
El expresidente Frei está apurado, quiere lograr cuanto antes “acuerdos de país”. Una formulación aparentemente impecable.
El problema es que cuando se habla de acuerdo de país o problema de Estado corresponde siempre a los intereses de la derecha. Este es un éxito de la política de estos partidos.
Y lo que se advierte ahora es que los golpistas de ayer pretenden aparecer y representar el rol de celadores del Estado de Derecho.
Este cinismo se advierte cuando en la alharaca patriotera ante las negociaciones con Bolivia, en las relaciones del gobierno con los norteamericanos, en la abstención entre Venezuela y Guatemala, en el tema del aborto, etc.
El objetivo mediático de la derecha política es acentuar su rol de “garante” de la ideología “democrática” en el país. Atalayas o radares del sistema reaccionan como gusanos de lluvia alumbrados por el sol ante cada mínima reforma al sistema.
Sin embargo, los sondeos confirman sobre un 40 por ciento desaprueba la política de derecha.
Por eso algunos de sus representantes proponen lograr el rescate de la democracia cristiana hacia ese sector. Sería producir el milagro de la resurrección de la Confederación de Partidos por la Democracia que en su nombre destruyó el sistema democrático y causó el golpe del 11 de septiembre de 1973 con todas sus consecuencias.
Poderes ideológicos significantes tienen en Chile la derecha y la iglesia, y el ejército que, en acciones de violencia estatal, les ha servido de instrumento. Obviamente hay matices e incluso diferencias en este sector y dentro de estas instituciones.
Por ejemplo, cuando menciono la iglesia me refiero a aquella parte más separada del pueblo católico o evangélico, a su jerarquía. Aunque no en su totalidad, hay obispos y gente cristiana que comprenden de manera ética el mensaje bíblico.
Pero es evidente que el actual cardenal si debiera jubilar pasaría de inmediato a ser candidato a senador de la UDI. Como lo hizo un jefe de la armada. No hay diferencias entre los prelados que hicieron misa en el velorio y Hasbún.
La actual jerarquía es conservadora. Esta en deuda con sus feligreses, pues está separada de los pobres. Hasta el mismo apellido traiciona al cardenal.
Lo de los apellidos tiene su importancia, pues existen algunos clanes familiares que se han encargado de administrar al país, en la mayoría de los casos, en favor de sus intereses.
No creo en el novelón que se escribe y propaga en contra de la posibilidad del aborto, supuestamente a favor de la vida. El cardenal la llama don de Dios.
Perfecto, pero ¿qué hace este cardenal no por una vida que aún no es sino por quienes viven la vida real? ¿Qué se puede decir de un discurso basado en abstracciones de no nacidos confrontados con los niños pobres, de carne y hueso? ¿Dónde está el acento social?
Además, ¿cómo puede la jerarquía apropiarse de los cuerpos de las mujeres y decidir qué deben o no deben hacer? Creo que es un abuso incalificable, señor Errázuriz.
Y, además, cómo se puede conciliar ese amor al Don de Dios, a la vida, con ese discurso político que hizo en la misa a Pinochet, el cual violó miles de veces el principal derecho humano, el derecho a la vida. Personas asesinadas sin acusaciones, sin proceso alguno. Ese doble estándar de la jerarquía eclesiástica no puede satisfacer a ningún católico sincero.
Si América Latina es la región con mayor desigualdad en el mundo, Chile está en los primeros lugares. El último informe de la CEPAL no lo menciona como país que la reduce.
Yo creo que estamos desubicados de la realidad. Los países en la región acentúan su condición de latinoamericanos. La necesidad de unirse para enfrentar los retos particulares y generales.
En la mayoría de los países latinoamericanos se desarrolla un proceso que rescata y valoriza nuestra memoria fundacional. Se relaciona esa memoria con nuestros orígenes, como un genuino proceso de continuidad con la vida de las mayorías indígenas, negras, mulatas que hasta el día de hoy han sufrido la discriminación racial para justificar la expoliación social, la marginación de la vida.
La discriminación racial como argumento para aplastar a esas mayorías fue fundamentada para ser aplicada como política por las oligarquías que tomaron el poder después de alejar e incluso en algunos casos asesinar a los fundadores de las repúblicas.
Chile aparece como el gran ausente de este proceso continental.
En verdad yo mido en mis críticas al quehacer político chileno en tres dimensiones: sus políticas para reducir la desigual distribución del ingreso; su posición latinoamericanista traducida en una política concreta para saldar la deuda con Bolivia; y la otra deuda interna con las demandas legitimas de los mapuches.
Mientras no haya novedades en estas esferas, hay continuismo, escaramuzas, pero no políticas genuinamente de Estado.
Significará que no hay voluntad ni posibilidades de superar el marco acordado con la derecha.
Y en esa situación, la vía para superar esa estrechez, la mostraron los estudiantes. La rebelión estudiantil fue un movimiento social que puso en aprietos el pacto de caballeros con desalmados. Quizás ese será el camino que habrá que andar en Chile.
Sobre este tema, una última pincelada. En alguna oportunidad, no lejana, visité a una microbióloga austriaca en Viena. Al mirar los lomos de sus libros encontré unos dos o tres ejemplares de obras de nuestro compatriota, Humberto Maturana.
Ante mi sorpresa, muy agradable, le pregunté de dónde lo conocía. En el Instituto muchos lo leen, me dijo.
Estamos hablando del Instituto de Microbiología de la Universidad de Viena.
Cuando uno se encuentra o vive en el extranjero el prestigio de un compatriota no sólo se siente como propio sino que aflora el orgullo nacional y mas o menos puede decir a los extranjeros, eh, así somos, sacando lustre a la solapa de la chaqueta.
Humberto Maturana conocido como biólogo y filósofo es uno de los chilenos que ha logrado elevar y ensanchar su conciencia por sobre la cordillera y el mar, más allá del desierto y los glaciares del sur
He leído que Humberto Maturana afirma que uno de los objetivos de la dictadura militar fue reducir al mínimo el espacio reflexivo del país a fin de destruir los movimientos políticos que tenían como visión y propuesta el desarrollo del país.
En esa entrevista (La Nación) analizaba qué hubo de fondo en las protestas estudiantiles que fue uno de los hechos relevantes del 2006.
Y decía que la dictadura, con el propósito de destruir los sueños colectivos, rompió las redes de conexiones y conversaciones en la juventud, en la educación.
Sumada la imposición del sistema de libre mercado, individualista y competitivo, se dio termino a la visión, al sueño colectivo, al proyecto de país. Este fue fragmentado.
Maturana enfatiza que la ceguera de las clases gobernantes es pensar que los jóvenes buscan una solución económica a su vivir; él dice que buscan dar un sentido a sus vidas.
Y cree que los chilenos tenemos que construir un proyecto donde todos se sientan participes de la creación de un país donde sea deseable, digno y creativo vivir.
Una utopía, en el mejor sentido de la idea de este concepto.
Miguel Gómez S. diciembre 2006.
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