La
crítica pasional y exagerada de José Miguel Ibáñez
Langlois en contra de Dan Brown y el Código Da Vinci se integra
a la ofensiva lanzada desde el Vaticano en contra de esa obra literaria
y la película.
Yo creía que el crítico literario ardía en el Purgatorio
porque si el Código Da Vinci sería una “fantasía
innoble”, como él la califica, la participación de
Ibáñez Langlois como uno de los intelectuales del terrorismo
militar es menos noble y no fue ninguna fantasía.
José Miguel Ibáñez Langlois formó parte de
aquellos que saturaron las mentes de los oficiales militares con odio
hacia la doctrina marxista y obviamente a sus portadores.
El ha guardado como secreto de confesión su participación
como profesor en las academias militares durante el periodo previo al
golpe militar. Las conferencias que dictaba no eran crítica de
arte, sino crítica implacable hacia el marxismo, doctrina calificada
por él como intrínsicamente perversa.
Inoculó tanto veneno antimarxista que esos militares lo único
que querían era salir a detener, y asesinar a los marxistas. Y
lo hicieron, por eso lo más probable es que algunos o muchos de
sus alumnos se cuenten entre los centenares de uniformados procesados
o ya condenados.
En cambio Ibáñez Langlois, que contribuyó con sus
ideas a armar el alma de esos oficiales, integrándose de lleno
a la campaña de “Junten rabia, chilenos”, del pasquín
“La Segunda”, aún hoy osa seguir demonizando, esta
vez a un autor y su libro.
La predica clerical contra Brown y el Código obviamente puede conducir
a que masas de fanáticos asalten librerías y/o procedan
a formar hogueras con el Código. Suena como si se pretendiera resucitar
el index inquisitorial de libros prohibidos. ¿Por qué tanta
falta de amor cristiano hacia esta obra? Si hay tantos libros que desnudan
a confesores flagelantes, o que como Saramago escriben sobre el amor de
Jesús por María Magdalena, ¿por qué sólo
este libro produce ese fermento de rabia, indignación y odio?
Por qué tanta bulla, como se pregunta el autor del artículo.
(El Mercurio.14.5.06)
SÍ;
POR QUE TANTA BULLA
Ibáñez
Langlois, en su respuesta desecha que sea promovido por un interés
por la religión. Sería un interés menos puro y asombroso
de personas que no han leído el evangelio ni estudiado su base
histórica y que son supuestos como deslumbrados por un Jesús
humano que ama a María Magdalena y con la cual habría tenido
descendencia.
Yo creo que el interés no es sólo de ignorantes sino también
de muchas personas que han leído y estudiado la Biblia y que dudan
sobre la interpretación hecha por los religiosos y que, en particular,
rechazan la demonización de la mujer y el imperio de la sociedad
patriarcal.
El libro no agravia ni hiere las fibras más sensibles del corazón
de los cristianos, sino el poder dogmático de las jerarquías
católicas, y en particular del Opus Dei, organización político-religiosa,
que aparece en la novela como criminal. Este hecho da significación
y hace pesar la diferencia con todo lo escrito, sobre el tema, hasta ahora.
Por eso la bulla.
El principal argumento de la jerarquía de la iglesia en contra
del Código es que aparecería como una ensalada de historia
probable y ficción.
El autor, en cambio, nos dice que es una novela escrita luego de una acuciosa
investigación, como sucede con la mayor parte de las novelas de
este género. Una base histórica a partir de la cual se interpretan
los procesos y normalmente se traza la subjetividad del acontecer en los
personajes
Si el procedimiento de análisis de los que escriben contra el Código
se aplicara a la Biblia sucede exactamente lo mismo. El libro sagrado
tiene innumerables sucesos y personajes de los cuales no existe ningún
testimonio histórico material.
Son interpretaciones o creaciones literarias.
Sobre el Cantar de los Cantares, por ejemplo, ni siquiera puede afirmarse
con fundamento quien es el autor, pero sí que es una obra de una
sensualidad literaria respecto de la cual muchos creyentes quedan alegremente
pasmados. Si un inquisidor observara en detalle este texto bíblico,
que desarrolla casi todas las formas de la sexualidad humana dentro del
sacramento del matrimonio, sería para él, sin duda, una
trasgresión a las actuales normas de la castidad, tan caras para
Ibáñez Langlois, según su artículo.
LA PROMISCUIDAD
SEXUAL
Sólo a la ignorancia
puede engañar la afirmación de que la secularización
haya producido mayor promiscuidad sexual y que la castidad de Cristo sea
una bofetada a esa situación. Promiscuidad ha habido siempre.
Según las normas y la moral cristianas, ¿no era promiscuidad
el incesto de Lot con sus hijas? ¿el que Abraham entregara al faraón
a su propia esposa, Sara? ¿la relación de Judà con
su nuera Tamar? ¿la violación de Betsabé y el asesinato
de su esposo, Urías, por parte de David? ¿que Salomón,
tuviera 700 mujeres y 300 concubinas? Es de suyo evidente que la Iglesia
no justifica todo lo que aparece en el libro sagrado, se afirma, pero
muchos exegetas lo intentan, en algunos casos, mediante argumentos retorcidos.
¿Y qué decir de la edad media cuando gran parte del poder
estaba en manos de la Iglesia? ¿No les dicen nada los miles de
procesos a prelados por abusos a mujeres aprovechando las técnicas
de la confesión? Cualquier Confesionario de la época resulta
tanto o más erótico que los Sonetos lujuriosos de Pietro
Aretino o “Teresa, filósofa”.
¿Acaso pretende el señor Ibañez Langlois que volvamos
a ese oscuro período cuando los piojos eran considerados perlas
del alma y el sexo femenino la puerta del Diablo?
Lo que ha traído la secularización a raudales es información
pública. Por eso todos podemos saber instantáneamente, vivamos
donde vivamos, el nombre del Cura Tato o de las orgías en el Seminario
de San Pöelten. La lista es inacabable.
Ibáñez Langlois no se refiere a la promiscuidad propia,
porque evidentemente a cualquiera persona que integre una organización
le castran la posibilidad de hablar o escribir sobre la verdad de la institución
a la cual pertenece.
Por cierto que no me parece que la secularización sea satisfactoria.
Necesitamos más secularización, pero ante todo mejor secularización
para contribuir a resolver los problemas reales de la mayoría de
los habitantes del planeta.
EL PECADO
HEREDITARIO
Me parece que el Código
Da Vinci hace tambalear algunos dogmas de una iglesia en crisis.
La concepción de la mujer que surge desde el Génesis es
completamente patriarcal. Establece no sólo la existencia de un
supuesto pecado original que es cruelmente castigado y, por añadidura,
es hereditario.
La ficción del pecado de Eva se ha utilizado durante milenios para
mantener la subordinación social de la mujer y la sumisión
hogareña ante el hombre.
Si otras creencias conducen a la práctica espantosa de la ablación
del clítoris, el cristianismo realiza la ablación del espíritu
de la mujer, de su “alma” y de su sexualidad que es confinada
a marcos rígidos que de sobrepasarse conducen al pecado.
El sistema es sencillo y práctico: existe una promesa paradisíaca
para aquellos que respeten esta construcción religiosa, y la amenaza
de caer en la censura y el pecado si no la observan. Ese pecado deberá
conducir a la confesión. El arrepentimiento y la penitencia purificarán
el alma objeto de nuevo de la promesa.
Este sistema produce dependencia. Y la dependencia origina incontables
sufrimientos emocionales. Por eso, con razón, algunos autores sostienen
que detrás de cada enfermedad psíquica o sufrimiento emocional
hay una religión y su correspondiente libro.
Ibáñez Langlois dice que el Código Da Vinci buscaría
que la iglesia cambie sus duras normas sobre la castidad.
Exacto, sólo que no sólo el libro sino un enorme movimiento
femenino integra esa corriente hacia el cambio. Ese feminismo es considerado
como el mayor fenómeno político y social del siglo pasado
y del presente.
El celibato explota por si mismo dentro de la iglesia, de la peor manera.
No se resiste el que se discrimine para el sacerdocio a las religiosas.
Las duras normas de la castidad también explotan, porque las mujeres
rechazan el estado de subordinación. Naturalmente que hay mujeres
que se sienten bien en este rol, pero la elección del tipo de relaciones
debe ser regulado sobre la base de igualdad de derechos y de oportunidades,
en primer lugar en la esfera cultural.
Finalmente, en relación
a la defensa de Ibáñez Langlois de la Prelatura del Opus
Dei remito a los lectores a los incontables testimonios de quienes militaron
en esa organización. Recomiendo ver el sitio www.opuslibros.org
Allí se puede acceder a numerosas comprobaciones de creyentes que
estuvieron en el Opus Dei y la abandonaron por sus formas de proselitismo,
la mortificación y el mal trato a las mujeres: “Gracias a
Dios, ¡nos fuimos!” Esa es su divisa.
Miguel
Gómez S.
Fines de mayo, 2006.
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