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IBAÑEZ LANGLOIS,
LA DICTADURA
Y EL CODIGO DA VINCI
Mi país / 20

 

  

La crítica pasional y exagerada de José Miguel Ibáñez Langlois en contra de Dan Brown y el Código Da Vinci se integra a la ofensiva lanzada desde el Vaticano en contra de esa obra literaria y la película.
Yo creía que el crítico literario ardía en el Purgatorio porque si el Código Da Vinci sería una “fantasía innoble”, como él la califica, la participación de Ibáñez Langlois como uno de los intelectuales del terrorismo militar es menos noble y no fue ninguna fantasía.
José Miguel Ibáñez Langlois formó parte de aquellos que saturaron las mentes de los oficiales militares con odio hacia la doctrina marxista y obviamente a sus portadores.
El ha guardado como secreto de confesión su participación como profesor en las academias militares durante el periodo previo al golpe militar. Las conferencias que dictaba no eran crítica de arte, sino crítica implacable hacia el marxismo, doctrina calificada por él como intrínsicamente perversa.
Inoculó tanto veneno antimarxista que esos militares lo único que querían era salir a detener, y asesinar a los marxistas. Y lo hicieron, por eso lo más probable es que algunos o muchos de sus alumnos se cuenten entre los centenares de uniformados procesados o ya condenados.
En cambio Ibáñez Langlois, que contribuyó con sus ideas a armar el alma de esos oficiales, integrándose de lleno a la campaña de “Junten rabia, chilenos”, del pasquín “La Segunda”, aún hoy osa seguir demonizando, esta vez a un autor y su libro.
La predica clerical contra Brown y el Código obviamente puede conducir a que masas de fanáticos asalten librerías y/o procedan a formar hogueras con el Código. Suena como si se pretendiera resucitar el index inquisitorial de libros prohibidos. ¿Por qué tanta falta de amor cristiano hacia esta obra? Si hay tantos libros que desnudan a confesores flagelantes, o que como Saramago escriben sobre el amor de Jesús por María Magdalena, ¿por qué sólo este libro produce ese fermento de rabia, indignación y odio?
Por qué tanta bulla, como se pregunta el autor del artículo. (El Mercurio.14.5.06)

SÍ; POR QUE TANTA BULLA

Ibáñez Langlois, en su respuesta desecha que sea promovido por un interés por la religión. Sería un interés menos puro y asombroso de personas que no han leído el evangelio ni estudiado su base histórica y que son supuestos como deslumbrados por un Jesús humano que ama a María Magdalena y con la cual habría tenido descendencia.
Yo creo que el interés no es sólo de ignorantes sino también de muchas personas que han leído y estudiado la Biblia y que dudan sobre la interpretación hecha por los religiosos y que, en particular, rechazan la demonización de la mujer y el imperio de la sociedad patriarcal.
El libro no agravia ni hiere las fibras más sensibles del corazón de los cristianos, sino el poder dogmático de las jerarquías católicas, y en particular del Opus Dei, organización político-religiosa, que aparece en la novela como criminal. Este hecho da significación y hace pesar la diferencia con todo lo escrito, sobre el tema, hasta ahora. Por eso la bulla.
El principal argumento de la jerarquía de la iglesia en contra del Código es que aparecería como una ensalada de historia probable y ficción.
El autor, en cambio, nos dice que es una novela escrita luego de una acuciosa investigación, como sucede con la mayor parte de las novelas de este género. Una base histórica a partir de la cual se interpretan los procesos y normalmente se traza la subjetividad del acontecer en los personajes
Si el procedimiento de análisis de los que escriben contra el Código se aplicara a la Biblia sucede exactamente lo mismo. El libro sagrado tiene innumerables sucesos y personajes de los cuales no existe ningún testimonio histórico material.
Son interpretaciones o creaciones literarias.
Sobre el Cantar de los Cantares, por ejemplo, ni siquiera puede afirmarse con fundamento quien es el autor, pero sí que es una obra de una sensualidad literaria respecto de la cual muchos creyentes quedan alegremente pasmados. Si un inquisidor observara en detalle este texto bíblico, que desarrolla casi todas las formas de la sexualidad humana dentro del sacramento del matrimonio, sería para él, sin duda, una trasgresión a las actuales normas de la castidad, tan caras para Ibáñez Langlois, según su artículo.

LA PROMISCUIDAD SEXUAL

Sólo a la ignorancia puede engañar la afirmación de que la secularización haya producido mayor promiscuidad sexual y que la castidad de Cristo sea una bofetada a esa situación. Promiscuidad ha habido siempre.
Según las normas y la moral cristianas, ¿no era promiscuidad el incesto de Lot con sus hijas? ¿el que Abraham entregara al faraón a su propia esposa, Sara? ¿la relación de Judà con su nuera Tamar? ¿la violación de Betsabé y el asesinato de su esposo, Urías, por parte de David? ¿que Salomón, tuviera 700 mujeres y 300 concubinas? Es de suyo evidente que la Iglesia no justifica todo lo que aparece en el libro sagrado, se afirma, pero muchos exegetas lo intentan, en algunos casos, mediante argumentos retorcidos.
¿Y qué decir de la edad media cuando gran parte del poder estaba en manos de la Iglesia? ¿No les dicen nada los miles de procesos a prelados por abusos a mujeres aprovechando las técnicas de la confesión? Cualquier Confesionario de la época resulta tanto o más erótico que los Sonetos lujuriosos de Pietro Aretino o “Teresa, filósofa”.
¿Acaso pretende el señor Ibañez Langlois que volvamos a ese oscuro período cuando los piojos eran considerados perlas del alma y el sexo femenino la puerta del Diablo?
Lo que ha traído la secularización a raudales es información pública. Por eso todos podemos saber instantáneamente, vivamos donde vivamos, el nombre del Cura Tato o de las orgías en el Seminario de San Pöelten. La lista es inacabable.
Ibáñez Langlois no se refiere a la promiscuidad propia, porque evidentemente a cualquiera persona que integre una organización le castran la posibilidad de hablar o escribir sobre la verdad de la institución a la cual pertenece.
Por cierto que no me parece que la secularización sea satisfactoria. Necesitamos más secularización, pero ante todo mejor secularización para contribuir a resolver los problemas reales de la mayoría de los habitantes del planeta.

EL PECADO HEREDITARIO

Me parece que el Código Da Vinci hace tambalear algunos dogmas de una iglesia en crisis.
La concepción de la mujer que surge desde el Génesis es completamente patriarcal. Establece no sólo la existencia de un supuesto pecado original que es cruelmente castigado y, por añadidura, es hereditario.
La ficción del pecado de Eva se ha utilizado durante milenios para mantener la subordinación social de la mujer y la sumisión hogareña ante el hombre.
Si otras creencias conducen a la práctica espantosa de la ablación del clítoris, el cristianismo realiza la ablación del espíritu de la mujer, de su “alma” y de su sexualidad que es confinada a marcos rígidos que de sobrepasarse conducen al pecado.
El sistema es sencillo y práctico: existe una promesa paradisíaca para aquellos que respeten esta construcción religiosa, y la amenaza de caer en la censura y el pecado si no la observan. Ese pecado deberá conducir a la confesión. El arrepentimiento y la penitencia purificarán el alma objeto de nuevo de la promesa.
Este sistema produce dependencia. Y la dependencia origina incontables sufrimientos emocionales. Por eso, con razón, algunos autores sostienen que detrás de cada enfermedad psíquica o sufrimiento emocional hay una religión y su correspondiente libro.
Ibáñez Langlois dice que el Código Da Vinci buscaría que la iglesia cambie sus duras normas sobre la castidad.
Exacto, sólo que no sólo el libro sino un enorme movimiento femenino integra esa corriente hacia el cambio. Ese feminismo es considerado como el mayor fenómeno político y social del siglo pasado y del presente.
El celibato explota por si mismo dentro de la iglesia, de la peor manera. No se resiste el que se discrimine para el sacerdocio a las religiosas. Las duras normas de la castidad también explotan, porque las mujeres rechazan el estado de subordinación. Naturalmente que hay mujeres que se sienten bien en este rol, pero la elección del tipo de relaciones debe ser regulado sobre la base de igualdad de derechos y de oportunidades, en primer lugar en la esfera cultural.

Finalmente, en relación a la defensa de Ibáñez Langlois de la Prelatura del Opus Dei remito a los lectores a los incontables testimonios de quienes militaron en esa organización. Recomiendo ver el sitio www.opuslibros.org Allí se puede acceder a numerosas comprobaciones de creyentes que estuvieron en el Opus Dei y la abandonaron por sus formas de proselitismo, la mortificación y el mal trato a las mujeres: “Gracias a Dios, ¡nos fuimos!” Esa es su divisa.

Miguel Gómez S.
Fines de mayo, 2006.

 

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