El sistema financiero, el libre mercado y el capitalismo mundial en pelotas; puede ser una forma que sintetice lo que ocurre con la crisis desatada por los países ricos.
Para los bancos sí que hay dinero, dice la gente con enojo y repugnancia.
La Caja de Pandora recién se abre.
El sistema mediático, monopolizado por las agencias de los países ricos, muestra la crisis como espectáculo diario similar a la guerra contra Irak o Afganistán.
Los informadores de los cambios de valores en las bolsas se convirtieron en estrellas de los programas de televisión y comentarios escritos.
La situación de crisis, que nadie sabe cómo ni cuándo terminará, pero que afectará con mayor rigor a los pobres, me recuerda “El malestar de la cultura”.
En este libro Freud escribe sobre las imposibilidades de la felicidad humana.
Pone en primer lugar la supremacía de la naturaleza que, por encima de los avances, es incontrolable.
Es tal la fuerza de este aserto que su validez creo que la firmaría el propio “Terminator”, Arnold Schwarzenegger, impotente ante los incendios en California.
Y qué decir de los huracanes, las inundaciones, y otras catástrofes que producen daños y muertes por doquiera.
Obviamente, detrás del cambio climático está la mano del hombre.
Uno de los efectos de la crisis financiera será la reducción de los recursos programados para paliar las catástrofes “naturales”.
El segundo aspecto de infelicidad mencionado por Freud es la caducidad de la vida con la muerte inevitable del cuerpo; nada se puede hacer ante esa fatalidad, sólo atenuarla y no en todos los casos. Simples vacunas que no se proporcionan a África, son ejemplo de lo peor.
Y la tercera fuente de sufrimiento que menciona Freud son las relaciones humanas en la familia, la sociedad y el Estado.
Y esta sería la única posibilidad para aspirar a la felicidad, pues parece posible que el ser humano pueda regular esas relaciones para mejorarlas, inspiración, a la vez, de las utopías sociales.
Pero el actual escenario de crisis muestra, con inusitada transparencia como Bush y el capitalismo, suprimen globalmente esa posibilidad.
Condenan a más de mil millones de personas a sufrir más hambre. Porque otra de las consecuencias de la crisis será la reducción de recursos para cumplir las metas del mileno de la ONU dirigidas a paliar la pobreza y el hambre.
La crisis financiera producida en y por los países ricos afectará las economías reales en América Latina, África y Asia.
Con fundamento el presidente de Brasil, Ignacio Lula da Silva dijo que “es inadmisible que vayamos a pagar por las irresponsabilidades de especuladores que transformaron el mundo en un gran casino al mismo tiempo que nos daban lecciones de cómo gobernar nuestros países”.
Da en el clavo, bien sabemos cómo los inspectores del Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial realizan vigilancia en las aplicaciones de las políticas económicas de libre mercado.
Sin embargo, en sus países, ante todo Estados Unidos, jamás controlaron las actividades financieras de sus bancos que provocaron la crisis global.
Ahora Bush, Sarkozy y demás líderes europeos nacionalizan bancos con el dinero de los contribuyentes y hablan de la necesidad de controlar las actividades financieras.
La regulación estatal del sistema financiero sería la “refundación del capitalismo”.
Pero, en realidad, no se trata solamente de la crisis del sistema financiero, como recordó Evo Morales en la cumbre iberoamericana.
Hay que sumar la crisis energética, la crisis ecológica, etc.
Algunos mandatarios creen que llegó la hora de fundar un nuevo orden internacional. El que surgió al término de la segunda guerra mundial, que estableció la supremacía yanqui y del dólar, habría colapsado.
En la reunión de jefes de estado latinoamericanos con los de España y Portugal muchos presidentes sostuvieron que la crisis demuestra el fracaso del modelo de libre mercado.
En esta cumbre Iberoamericano me gustó el discurso de Cristina Fernández, presidenta argentina.
Como latinoamericano me sentí muy bien representado por su intervención transmitida en directo por la televisión española internacional. No escuché el discurso de la presidenta Bachelet, pues llegué tarde, a la transmisión. Una lástima.
Cristina Fernández habló del fracaso del modelo de libre mercado y cómo el estado argentino logró revertir la crisis a que lo condujo esa política.
Denunció la campaña de desinformación realizada sobre el traspaso de la administración de los fondos de pensiones desde el sector privado al público.
El sector privado destina el 10 por ciento de esos fondos en gastos de administración, el sector público sólo el 2,5 por ciento.
Recordó que cuando se privatizó esa administración, con el señuelo de la “capitalización” de esos fondos, se prometieron opulentas ganancias. Ahora, en cambio, el gobierno debió establecer la administración pública para evitar una debacle.
Fue interesante que lo dijera en esa reunión, donde estaban presentes el rey y el jefe de gobierno español, pues instituciones de ese país administraban, en gran medida, esos fondos.
El éxito del modelo de libre mercado ha sido hacer más ricos a los ricos, es decir aumentar la desigualdad. Se premia con millones a los bancos e instituciones financieras mientras las empresas reducen los salarios, recortan las horas laborales, y comienzan los despidos masivos. No hay sanciones para los responsables.
Los especuladores ganaron, también las empresas petroleras. Sólo como ejemplo menciono a la empresa norteamericana Exxon o la anglo-holandesa, Shell. Baten record en ganancias. La Shell obtuvo una ganancia entre enero a septiembre del 2008 de más de 22 mil millones de euros.
Miguel Gómez S.
Inicios noviembre 2009
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