Creo que España se salvó de un gobierno de Mariano Rajoy y el Partido Popular pues habría representado un retorno al aznarismo aunque bajo una peor versión, si posible fuera.
José Luís Rodríguez Zapatero y el Partido Obrero Socialista ganaron, pero no la tendrán fácil pues lo más probable es que el PP sintonice la misma banda sonora de la legislatura recién pasada. El ejercicio de una oposición ultra conservadora que produjo una crispación política desconocida para el periodo democrático. La única posibilidad de cambio de estas formas intolerantes es que el PP cambie de política o que cambie a Rajoy.
El candidato de la derecha caracterizó la pre campaña y la campaña por el ataque personal contra el presidente Zapatero. Fue implacable en el insulto, repetitivo y agobiante en la temática: el terrorismo de la ETA.
Rajoy produjo tal convulsión política que el ex presidente socialista, Felipe González, dijo que su forma de proceder era de la un “imbécil”. Alguna razón tendrá el ex presidente pues es nada menos que el presidente del “grupo de sabios” llamado a reflexionar sobre el futuro de la Unión Europea.
La tensión la vivieron los dos grandes partidos, el socialista y el popular, quedando prácticamente al margen la izquierda unida y algunos partidos nacionalistas. A ese bipartidismo y a la ley electoral vigente achacan esos partidos las pérdidas experimentadas. Pues se habría producido el llamado voto útil, es decir los electores de izquierda para evitar a la derecha votan por los socialistas moderados.
Da la impresión que la política española sería prisionera de las actividades armadas de la ETA. La actitud que el gobierno y la oposición han tenido y tienen en relación a la “banda terrorista”, como denominan a ETA, es la piedra angular de la política española.
No hay día en que algo se diga o algo se haga en relación al grupo armado vasco.
Es como si cada mañana los participantes en los Desayunos en la Televisión Española narraran su sueño y pesadilla con ETA.
Zapatero abrió el diálogo con el grupo armado buscando poner término por la vía política, (como Blair con IRA) a este factor que violenta más o menos periódicamente a la democracia española. Pero ETA puso término al alto el fuego permanente con el atentado en el Terminal 4 del aeropuerto de Barajas donde murieron dos jóvenes ecuatorianos. Este hecho más las presiones de la derecha dieron al traste con la exploración de las posibilidades de paz en España.
Debo hacer notar que esas negociaciones con ETA fueron autorizadas por un acuerdo parlamentario de mayoría. Esa resolución aún existe y si se producen condiciones admisibles no se puede descartar por entero que ese diálogo vuelva a intentarse bajo el segundo gobierno de Zapatero.
Yo creo que España más que prisionera de la ETA lo es de la forma en que se ha producido la unión del Estado español. Muchos opinan que no se puede hablar de la unidad de España. Es un hecho que las regiones autónomas de catalanes, vascos y gallegos se sienten encorsetadas y quieren mayores niveles de autonomía. Los conflictos y las tensiones no son las mismas, pero se parecen y en muchos casos se observa que se producen tendencias que confluyen.
Tanto nacionalistas vascos como catalanes presionan al gobierno nacional mediante vías políticas. Se han sentido decepcionados de Zapatero pues han dicho que se acojonó ante la derecha para promover una política de acuerdo a los intereses de esas regiones y de España.
Tanto la existencia de la ETA como las presiones autonomistas son aprovechadas y utilizadas por la derecha para aparecer como la genuina representante de España manipulando una concepción esencialista de la identidad española. Rajoy, avalando el insulto de González, está convencido que él es España.
El más poderoso auxiliar de esta política es la jerarquía de la iglesia católica que intervino durante la campaña abiertamente a favor de la derecha conservadora.
La jerarquía de la iglesia hizo, hace y hará campaña en contra de las leyes sociales elaboradas por el gobierno socialista y aprobadas por el parlamento en relación con el aborto, la unión de homosexuales, la asignatura para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, la ley de Memoria Histórica y otras. Incluso durante la campaña electoral realizó manifestaciones en las calles a favor de la familia.
La publicación de un documento de la conferencia episcopal ante las elecciones generales favoreciendo la opción derechista motivó las iras del gobierno que amenazó con revisar los acuerdos del Estado español con el Vaticano.
Estos acuerdos datan del período de transición (1976,1979) y establecen una serie de privilegios para la iglesia católica. No sólo en la enseñanza sino también en aspectos económicos, pues el Estado paga los sueldos y aseguraciones de curas y obispos. Además la iglesia se beneficia con exenciones tributarias que representan el goce de privilegios inauditos. Y la financian católicos y no católicos pues son dineros obtenidos de los impuestos que paga cada ciudadano.
Otro aspecto destacado de la derecha española durante la campaña fue el eslogan de asumir el presente y el futuro y demonizar la historia. Fue una lucha denodada que alcanzó niveles sublimes de locura derechista para oponerse a la ley de memoria histórica. Como todo criminal, la derecha en España y donde quiera, se opone al registro y el examen cuidadoso de la historia.
El argumento de Rajoy es que conocer, aclarar y reparar lo acontecido durante la guerra civil española divide a los españoles. Es preferible pensar en el futuro. Sobre este tema si se recogieran los discursos de los pinochetistas en Chile y de los franquistas postmodernistas se establecería que el pensamiento ante la historia es el mismo. La derecha teme al pasado porque está plagado de crímenes horrendos que son de su responsabilidad moral y política. Ni siquiera se puede establecer aún donde está enterrado, Federico García Lorca, fusilado por franquistas. Las víctimas republicanas de esa guerra fueron lanzadas en cunetas de calles secundarias o enterradas en fosas comunes. La ley de memoria histórica entre otras cosas busca identificar los restos para que sus familiares tengan un lugar donde recuerden a sus muertos. Son miles de desaparecidos.
El fundamento del rechazo de la derecha a esta ley, como digo, es muy simple: en cada país es la derecha la que masacra. Si pensamos en Argentina, Brasil, Uruguay, etc., bajo las dictaduras militares, ese sector fue el responsable político de ese terrorismo de Estado.
La inmigración fue parte importante del debate. La acusación que se prodigaron ambos candidatos, al final de la campaña electoral, fue quién había regularizado más inmigrantes. Ninguno está por nuevas regularizaciones.
Por eso algunos comentaristas de los “Cara a Cara” entre Zapatero y Rajoy, dijeron que el discurso de ambos tiene sobre el tema tiene fisonomía parecida. Los matices que los diferencian serían finísimos.
La derecha aparece defendiendo los intereses de esos españoles que serían perjudicados con la presencia de los inmigrantes, en tanto que los socialistas destacan el aporte que realizan al desarrollo del país. Pero ambos quieren ponerle término a la inmigración reforzando el control de las fronteras y con otras medidas a nivel europeo.
La principal diferencia es que el PSOE ha destinado importantes recursos para la integración de los inmigrantes ya regularizados.
Rajoy se proponía obligar a los inmigrantes a firmar un contrato de integración con deberes diversos, entre otros, respetar las costumbres de los españoles.
Esta intención de asimilar y no integrar está presente en diversos estados de la Unión Europea. En su visita a Alemania el jefe de gobierno de Turquía, declaró que la asimilación es un crimen en contra de la humanidad.
Por lo demás, en relación a la inmigración, España sigue las pautas de la Unión Europea que son, entre otras, blindar Europa y expulsar a quienes permanecen en situación ilegal. En ese sentido se orienta, por ejemplo, el proyecto para establecer un registro electrónico con datos biométricos de los extranjeros. Es decir de nuevo la biología de las personas pasa a ser un factor político en Europa.
El descenso de la votación de Izquierda Unida y de algunos partidos nacionalistas fortalece el bipartidismo y quizás pudiera ser un aliciente para reformar la ley electoral que obviamente perjudica las posibilidades de los partidos minoritarios.
Nadie duda de que la polarización entre el PSOE y el PP los perjudicara.
Personalmente creo que la próxima legislatura bajo el segundo gobierno de Zapatero será tanto o más virulenta que la que termina. La derecha no ceja y se cree no sólo ganadora sino cree que es España, como si su concepción de ese país fuera la única existente. Como escribí la única posibilidad de un escenario político de diálogo y respeto depende del PP. O Rajoy cambia de modales o lo cambian a él.
Y por último, como sudaca, desearía que Zapatero en sus próximos viajes a América Latina no se haga acompañar por el rey, pues el monarquismo es en nuestros países una institución trasnochada que nada amerita; sólo imágenes colonialistas ya superadas.
Miguel Gómez S.
9 marzo 2008
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