De
las elecciones chilenas me sentí muy distante, como a 14 mil kilómetros,
pues integro uno de esos 800 mil chilenos nacidos en Chile, que saben
leer y escribir, que tienen sobre 18 años y que, por el solo hecho
de vivir en el exterior, no pueden votar. Obviamente es otra ala que le
falta a la democracia chilena.
Por primera vez en nuestra historia, una mujer, es presidente del país,
tal es el primer y más importante hecho histórico.
Michelle Bachelet, hija de un general de la FACH muerto a consecuencia
de las torturas a que fue sometido durante la dictadura militar de Pinochet.
Y se va el presidente de la concentración económica, Ricardo
Lagos.
Este enroque o cambio quisiera analizar bajo dos carencias cruciales:
la concentración económica o desigualdad extrema del ingreso
y la política exterior, en particular la situación de Chile
ante los países vecinos, especialmente Perú y Bolivia.
Me
parece que el presidente socialista, Ricardo Lagos, pasará a la
historia de Chile como el presidente de la concentración económica.
Pues, además de una serie de otros hechos que rodean su ejercicio
presidencial, el más relevante es que la concentración del
poder económico llegó a niveles impresionantes. Chile está
en los primeros lugares de los países con la peor distribución
del ingreso. Entre las cifras mas divulgadas del empeoramiento: el 10
por ciento de la población obtiene el 1,1 por ciento del ingreso,
el 10 por ciento más rico el 42,3%.
La singularidad de este caso es que el primer libro que publicó
el presidente Lagos tiene como título “La concentración
del poder económico” (1971).
El libro denunciaba la concentración del poder económico
en algunos clanes y lógicamente criticaba la desigualdad en el
ingreso.
Pues bien, durante el ejercicio del gobierno de Lagos se favoreció
tanto la concentración del poder económico que el presidente
fue despedido por los empresarios con elogios francamente desusados. Creo
que a ningún presidente de Chile le habían dicho los empresarios
que lo amaban.
Sin embargo, nadie que analice con objetividad, es decir que sea independiente
de los partidos políticos chilenos, podría desconocer que
hay también una serie de hechos positivos de la gestión
de este gobierno. Pero es necesario recalcar que esos hechos positivos
son resultado de las presiones de organizaciones sociales y políticas.
Y de que en el propio Partido Socialista existen aún socialistas
de izquierda.
La
nueva presidente de Chile, Michelle Bachelet, dijo que será continuadora
del actual gobierno. También comprometió otras medidas que
representan avances sociales y/o económicos. Si enfrentará
el problema de la desigualdad y cómo lo hará, si lo hace,
es parte de la clave política chilena.
Por eso no se sabe a ciencia cierta si estamos ante un simple enroque
o frente a cambios significativos que ataquen, por ejemplo, la desigualdad
del ingreso o solucionen el problema de las relaciones con Bolivia y Perú.
No
resulta ocioso repetir que los cursos de acción de un gobierno
dependen de la correlación de fuerzas políticas.
En
nuestro país no sirve hacer política basada en el voluntarismo.
No es posible. Pero sin tener la voluntad de buscar los caminos para producir
los cambios necesarios tampoco se logra nada.
Esa ausencia de voluntad es lo que se vio en Ricardo Lagos para atacar
la concentración de la riqueza. Careció de visión
y voluntad para enfrentarse a la derecha, no recurrió a instrumentos
democráticos para avanzar en la democracia y dio por terminada
la transición, cuando en rigor durante su gobierno sólo
logró algún grado de re-democratización pos dictatorial.
Es decir, en alguna medida, se volvió a como era la democracia
antes de la dictadura.
Es de una obviedad completa que no puede imponer por medios antidemocráticos
la justicia social o reducir drásticamente la desigualdad; pero
lo que se quiere es ver a un presidente o presidenta jugándosela
para lograrla.
Veremos qué hará Michelle Bachelet en este sentido.
NORTEAMERICANISMO
O LATINOAMERICANISMO
La
segunda cuestión tanto para juzgar la gestión del presidente
Lagos como para analizar el gobierno de Michelle Bachelet tiene que ver
con la política exterior chilena.
El Presidente Ricardo Lagos alineó a Chile con Estados Unidos en
prejuicio de una política latinoamericana. Este es un hecho innegable.
Si en su primer libro el joven Lagos denunció la concentración
económica, el más reciente, publicado a fines del año
pasado, tiene prólogo de Tony Blair, el cual en medios periodísticos
críticos es mentado como el perrito falderillo de George Bush.
En una crónica anterior cité que el diario Clarín
de Buenos Aires publicó que un diplomático norteamericano
dijo que los chilenos y los mexicanos, en la reciente Cumbre de las Amèricas,
hicieron todo el trabajo para ellos, para los norteamericanos.
Lagos ató a Chile a los Estados Unidos con el Tratado de Libre
Comercio. Nadie que no sepa un mínimo no sólo de política
sino de las relaciones de la vida común puede no saber cual es
la norma en el capitalismo salvaje.
Estados Unidos pone condiciones para concordar los convenios y sobre todo
después que se han firmado. Por eso resulta increíble que
un político como Lagos sostenga que los negocios y la política
caminan separados.
El
gobierno de Lagos retiró la suma urgencia a un proyecto que aprobaba
la adhesión de Chile al Tribunal Penal Internacional. Estados Unidos
desconoce este tribunal porque quiere mantener la impunidad de las acciones
de sus soldados. La adhesión al Tribunal permite a la justicia
investigar procesar y condenar crímenes de lesa humanidad, de guerra
y genocidios.
Lo grave de la política exterior del presidente Lagos no es solamente
que haya atado a Chile a Estados Unidos sino que, y quizás como
consecuencia de lo mismo, durante su gestión no se avanzó
un centímetro en mejorar y producir un cambio en las relaciones
con Perú y Bolivia. Estos países han sido tradicionalmente
calificados como potenciales enemigos de Chile por parte del militarismo
racista. Incluso ha dicho Lagos que para una nueva negociación
con Bolivia hay que esperar 20 años.
Si el anunciado continuismo de Michelle Bachelet mantiene estas políticas
no significará nada nuevo en el horizonte chileno y latinoamericano.
Las condiciones para avanzar en la unidad del continente son óptimas.
El surgimiento de gobiernos de izquierda y centro izquierda representan
una aspiración y voluntad de cambios. Los pueblos los han elegido.
Tienen la esperanza y la voluntad de apoyarlos no para mantener la misma
política que ha venido implementando la derecha o sus dictaduras
sino para producir cambios positivos.
Michelle Bachelet tiene la palabra: enroque o cambios.
Miguel
Gómez S.
15, enero, 2006
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