Junto
a la demanda central de que el gas sea explotado por el Estado en beneficio
del país y de quienes sufren marginación y pobreza en la
rebelión popular boliviana de octubre ha estado también
presente la cuestión chilena Y en relación a esos sentimientos
antichilenos no podemos hacernos los lesos.
„El gas por Chile jamás“ fue una de las consignas de
los campesinos, aymaras y mineros. El 80 por ciento de la población
ha manifestado su rechazo a que el gas natural boliviano salga por nuestro
país hacia EE.UU aunque la vía al mar por Patillos (Iquique)
presentaba ventajas en relación con la oferta de Perú, notablemente
mejorada después de la rebelión.
Naturalmente que como chileno me siento perplejo ante la reacción
boliviana. Pero, en rigor no sólo ellos no nos tragan. Los peruanos
tampoco. Con los argentinos la superación de los problemas de límites
fronterizos ha producido cierta tranquilidad, pero nadie puede asegurar
mala memoria sobre la ayuda de Pinochet a los ingleses y norteamericanos
en la guerra por Las Malvinas.
En
suma, los chilenos vivimos rodeados de „enemigos“.
Llegar
a esta conclusión desoladora cuando el gobierno ha convocado a
la celebración de los 200 años de la formación de
la república independiente es aniquilador.
Por qué y cómo ha sido posible hacer historia contra nuestros
vecinos, pueblos hermanos, latinoamericanos como nosotros. Es obvio que
si pensamos en Sudamerica son más los elementos en común
que aquellos que nos separan, y, sin embargo, en relación con los
países limítrofes hay abismos, irreparables para algunos,
reparables para otros. Entre los últimos puedo ser contado.
La división, en este sentido, es netamente ideológica. Los
algunos sostienen una concepción de la identidad chilena fijada
para siempre, basada en las guerras y en el culto a esos hechos; los otros
creemos que nuestra condición cultural de ciudadanos del mundo
global es ser chileno, latinoamericano.
Si me remito a la reciente revuelta boliviana, y a su toque antichileno,
advierto que las guerras son historia no olvidada. Y me pregunto ¿qué
hice yo para merecer este „destino“, el de ser rechazado por
bolivianos y peruanos por mi condición de chileno? Y, antetodo,
¿quién o quienes me fabricaron y envasaron este „destino“
trasladándolo a mi conciencia y a mi identidad de chileno?
Personalmente no he hecho nunca nada en contra los bolivianos, peruanos
o argentinos. Pero debo asumir una historia, quizás indigna.
Y digo quizás por varios motivos. Uno es que la guerra de independencia
contra un poder colonial opresor, el español, fue de justicia,
las guerras contra peruanos y bolivianos carecen de ese fundamento, ante
todo la primera, la de Portales; dos, porque sólo puedo comentar
mi ignorancia respecto de bolivianos y peruanos ya que en el colegio estudiamos
las historias „antiguas“, la gran Mesopotamia (cultura bombardeada
y saqueada=Bush) las europeas y algunas otras, pero poco o nada sobre
las culturas antiguas latinoamericanas. (¡Si ocultábamos
hasta la guerra de exterminio contra los mapuches del siglo XIX!)
Naturalmente a mí me ensenaron los himnos, las banderas, los portaestandartes,
me hablaron de lo valerosos que somos los chilenos, dispuestos a rendir
siempre la vida, si es necesario, para salvar el „honor“ de
la „patria“.
Oí que si nos descuidamos, o sea si no compramos más armas,
(„modernización“) nos pueden atacar. Eso por una parte.
Por otra que Perú y Bolivia, son atrasados, caóticos, etc.
Una imagen totalmente negativa de países donde existe una clara
mayoria de aborígenes que no pudieron ser extirpados como se pretendió,
acá, con los mapuches. Afirmaron a mi conciencia habitual que nosotros
éramos „diferentes“, casi europeos.
Por eso me sorprende, pero no me extraña, que muchos chilenos expresen
su malestar y su desprecio ante la vista de los peruanos sentados allí
en la catedral de Santiago.
Sumamos: me ensenaron racismo puro, manipulación, manejo de historias
de pueblos, de símbolos. Estamos ideológicamente clonados
desde la cuna.
Dos elementos dan fundamento al estereotipo del chileno : lo militar,
lo racista. Sobre esa base se construye una identidad fijada, atención:
Primer elemento: Chile se construye a través de la guerra: mapuches
contra españoles (nicho „guerrero“ del chileno), chilenos
contra españoles, chilenos contra mapuches, chilenos contra peruanos
y bolivianos, chilenos contra „malos chilenos“ desde 1973...
Esa amalgama entre la lanza y la maza por un lado y la espada y la cruz
por el otro lado es decir „araucanos“ y fieros conquistadores
(capaces de quemar vivos a los primeros) acrisolaron al chileno, a esa
„raza especial“, „guerrera“ por excelencia.
La pregunta cae de cajón ... Si Chile se construye como república
independiente a través de la guerra, eh, Watson, preguntaría
Sherlok Holmes, ¿quién tiene entonces el rol central?
Responde Watson: el ejército, pues. Ajá, prosigue Watson:
entonces nuestro ejército es el contructor del país, de
la chilenidad.
Excelente... Sigamos Watson , si el ejército tiene el rol central
entonces...
Watson se apresura en contestar: Entonces ellos representan los valores
permanentes de la patria y por eso en la constitucion de 1980 Guzman-Pinochet
escriben que las fuerzas armadas son garantes de la constitucionalidad
frente a las acechanzas del enemigo interno, (mapuches, ecologistas, terroristas,
infiltrados, foráneos) y externo (peruanos, bolivianos, argentinos)
todos potenciales, naturalmente.
Bravo, Watson, ahora descansa. Ya sabes de las vulnerabilidades.
Como chileno me repugna esta distorsion y manejo inescrupuloso de la historia,
no me representa, pues así sólo piensa la derecha fundamentalista
y las fuerzas armadas aunque hablen de cooperación e integración.
Esa no es mi identidad, porque una identidad no puede formarse a través
de la guerra, de la destrucción y de la muerte. Prefiero una identidad
construída en pro de valores positivos y no militaristas, ni mucho
menos racistas.
Por eso comprendí la honestidad del jefe del grupo musical „Los
Prisioneros“ cuando dijo en Peru que „a veces siento verguenza
de ser chileno“. Aún más, se sabe que los chilenos
que hacen turismo en Bolivia o Perú, a menudo, ocultan su verdadera
identidad, para evitar dificultades. ¿Porqué los chilenos
de hoy debemos cargar con los actos de los de ayer? ¿Tenemos que
asumir toda esa historia?
No, en absoluto, debemos ser críticos, revisar si efectivamente
todas esas guerras fueron necesarias, justas, y no sólo eso, si
se concluye que en esa historia hay responsabilidades politicas o militares,
es deber ser agitadores de la repararación.
Regreso a la rebelion boliviana y el nexo con lo chileno. A propósito
de la declaración chilena de que no se les ocurriera a los bolivianos
pensar que pudieran cambiar gas por territorio, leí en internet
opiniones muy brutales entre unos y otros: son los de la condición
guerrera de uno y otro lado. Son los racistas, fundamentalistas, normalmente
de derecha o ignorantes primitivos.
Obviamente hay otras opiniones:ejemplo: escribe un boliviano:„el
destino de Bolivia y de Chile es ser vecinos. Se debe aprender a convivir
de alguna forma. Para peleas eternas tenemos a los judios y palestinos.Y
un chileno dice: ¿qué culpa tienen ustedes y nosotros de
lo que ocurrió en el pasado?
La
cuestión boliviana, y, en general, el ser latinoamericano es tema,
debe ser tema del Bicentenario, pero no sólo para meditaciones
variadas, siempre importantes, sino para elaborar políticas solidarias
hacia Bolivia y demás países del mismo signo. Sería
de interés en profundizar sobre cómo durante más
de un siglo los gobiernos no han encontrado una vía de solucion
al problema de la mediterraneidad de ese país. Y no se trata sólo
de sueños a los que convoca el Bicentenario, mas bien de apremiantes
necesidades reales. Nadie puede soslayar que la falta de mar es un factor
que conspira en contra del desarrollo boliviano, país que tiene
el Producto Interno Bruto más bajo de Sudamérica. Hagamos
realidad el blablá de la cooperación e integración.
Magisterial ha sido, en este sentido, la actitud del presidente brasileño,
Luis Ignacio Lula, quien ha ofrecido su solidaridad a Bolivia mediante
condonación de gran parte de la deuda externa, el aumento de sus
compras de gas boliviano, y la oferta de una línea de crédito.
En Lula se advierte una posición efectivamente latinoamericanista,
bolivariana, que ayer, recordemos, fue bandera socialista chilena. Qué
pasó con esa lectura pues, mi amigo, se puede requerir, con justicia,
al presidente Lagos. Uruguay también ha ofrecido su territorio
para posibilitar una salida hacia el Atlántico del gas boliviano.
Veremos qué de nuevo se produce en esta cumbre „ibero“-americana
de mediados de noviembre en Santa Cruz de la Sierra.
Por desgracia Chile ha tenido gobiernos débiles, prisioneros de
una ideologia presuntamente patriótica que nutren diariamente la
derecha y el ejército, los cuales son los únicos enemigos
de Bolivia, porque creo que la mayoría de los chilenos estamos
por una solución a un problema creado por una guerra, al menos
de dudosa justicia.
Me parece que la revuelta boliviana pone en el escenario latinoamericano
otras reflexiones, en un proceso que está en desarrollo.
Un presidente de un país donde el 60 por ciento de la poblacion
es aborigen habla un inglés fluído, apenas castellano y
ni idea del aymara o quechua. Con razón terminó huyendo
hacia Miami, Gonzalo Sánchez de Losada.
Nadie puede soslayar el factor aborígen para solucionar las crisis
en Latinoamerica. Tampoco Chile, pues es el sector más postergado,
discriminado. Por eso es loable que el gobierno haya considerado impulsar
el reconocimiento constitucional de los mapuches como pueblo.
En el caso boliviano uno de los líderes de la rebelión es
Evo Morales, un aymara. El llamó Día de la Identidad de
los Bolivanos al 7 de octubre, cuando se produjo la fuga del presidente.
También dijo:
„Empieza
una nueva etapa de cómo construir, como acabar con el egoismo,
el individualismo, y, desde las comunidades indígenas, desde los
barrios, construir otras formas de convivencia desde la solidaridad, la
reciprocidad, la redistribución de las riquezas concentradas en
pocas manos“. (www.bolpress.com)
Recordemos
que protestas populares también produjeron la caída del
presidente argentino. Ambos derrumbes tienen de común la reacción
de pueblos que están hasta la coronilla de engaños, corrupción
y pobreza. Desde la invasión europea hemos sido saqueados, y una
vez independientes siguen robando. La gente dice basta a quienes colaboran
institucionalmente con este despojo disfrazado con el nombre de neoliberalismo.
„Otro mundo es posible“.
M.G.S. últimos días del octubre boliviano.
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