Dos semanas después del mayor terremoto que ha sufrido Chile se produjo el traspaso del mando presidencial de Michelle Bachelet a Sebastián Piñera. En medio de las réplicas asumió el poder político la derecha empresarial o los propios dueños del país como se ironizó.
Piñera inicia su gestión bajo el signo de la unidad nacional ante la tragedia y la reconstrucción. Es unidad precaria, inestable y probablemente breve.
Creo que la destrucción en Chile por el terremoto del 27 de febrero es comparable a la que produciría una guerra.
Como ser humano y chileno sentí el asombro y el dolor ante la devastación. Las regiones del Maule y Bío-Bío quedaron convertidas en escombros.
Por doquier surgen iniciativas solidarias, todas significativas para manifestar los sentimientos que, creo, nos embargan a todos quienes vivimos dentro y fuera del país.
Viví varios terremotos, incluso el del 60, pero lo que vi en imágenes captadas en televisión nacional, no tiene parangón.
Especialmente en los pueblos costeros de las regiones afectadas que sufrieron el terremoto y el tsunami. La mayor responsabilidad por las muertes de centenares de chilenos la tiene la Armada que no tuvo un mensaje claro de alarma ante el maremoto.
Aunque el sismo demostró la falla de todo el sistema destinado a prevenir y actuar bajo esas terribles condiciones.
Se publican numerosos comentarios críticos que aluden a errores colosales que tienen que ver directamente con la llamada seguridad nacional. Con razón se destacó como momento trágico cuando Hillary Clinton entrega a la presidente un teléfono satelital en el dañado aeropuerto de la capital.
La presidenta Bachelet ha comentado que después de la guerra todos son generales. Es cierto, pero eso no puede significar que se pretenda cerrar el camino a la crítica que se guía por otra máxima: aprender de los errores.
Me resulta inconcebible que en medio de la tragedia un animador de farándula de tvn haya afirmado que nunca en Chile se había visto tal saqueo como el que observábamos en las imágenes transmitidas desde Concepción.
Vi y escuché como muchos se asombraron por esta devastación humana. Alguno acuñó la expresión de “terremoto social”.
Los pobladores que transportaban alimentos fueron acosados, incluso mujeres desesperadas por la destrucción y el desamparo, por la ausencia de todo: comunicaciones, agua, electricidad, alimentos, vivienda. Lo único que no cesaba eran las réplicas.
En ese contexto también operaron delincuentes. Más de 400 escaparon de las cárceles de Constitución, Coronel y Arauco. Es obvio que muchos lo hicieron para salvar sus vidas.
Subyace la pregunta: ¿Por qué la autoridad regional no abrió los negocios y repartió los alimentos? ¿Qué se hizo la alcaldesa estrella de Concepción, la UDI, Jacqueline von Riselberger? Brilló por su ausencia, y resulta irritante que Piñera la nombre intendente de la región del Bío-Bío. Así como el designar intendente de Santiago a un sujeto vinculado a la industria de la construcción. La actividad y las estafas de esta rama se dimensionan en los edificios, puentes y carreteras desplomados.
Entiendo que habitamos un país no solo con tradición sísmica sino también con tradición de saqueo y pillaje.
Escuche a varios habitantes de las regiones del Maule y de Concepción expresar su malestar y frustración por la falta de valores que se evidenció en personas que actuaron sin freno moral alguno.
Creo que este tema es central en las reflexiones sobre la catástrofe.
La ausencia de una jerarquía de valores como la honestidad fundada en la verdad y la justicia o el respeto, la solidaridad, etc. no se esfuman por un terremoto.
Es difícil creer que el saqueador nació en la noche del terremoto, el 27 de febrero del año 2010 y que empezó ese mismo día a operar en supermercados y farmacias.
Los saqueadores no nacieron en la noche del terremoto y del tsunami. Solo necesitaron de la impunidad para actuar.
En ningún caso el terremoto precedió al social; la catástrofe social ya estaba instalada. Lo creó la implantación de un modelo de desarrollo liberal, individualista, permisivo que favoreció el “éxito” a como dé lugar.
Soy convencido que la ausencia de valores, o “el profundo deterioro moral” a que se refirió la presidenta, se pavimentaron desde arriba durante décadas.
¿Vamos a olvidar que con motivo del golpe de estado del 73 los militares saquearon, robaron y destruyeron?
¿O no vamos a poner en el haber el saqueo al Estado, si toda la fortuna de Pinochet y otros altos mandos tiene origen ilegítimo?
¿Y qué decir del mayor botín saqueado a Chile por las Fuerzas Armadas al apropiarse del 10 por ciento de los ingresos por las exportaciones de cobre?
¿No está sindicado el propio presidente electo, Sebastián Piñera, de negocios turbios?
Es conocido que una de las mayores jerarquizaciones de los valores lo representa la declaración universal de los derechos humanos.
Durante el régimen militar se afirmó que era bueno liquidar a humanoides, se institucionalizó el trato inhumano y degradante.
Este desprecio a los valores humanos influye en las deformaciones de las conductas humanas.
Ante el escándalo que se hace en el país sobre el saqueo debe recordarse que la dictadura destruyó todas las redes sociales que expresaban actividades comunes solidarias.
A lo anterior se suma la iniquidad social. Chile está entre los diez países que mayor desigualdad social presenta en el mundo.
En relación al saqueo destaco dos comentarios de europeos.
Una persona dijo tras el terremoto y ver el saqueo: “yo pensaba que Chile era un país civilizado”.
Lo dijo en los mismos días en que la prensa publicó la información de que una mujer de 56 años que viajaba en tren sufrió algún grave ataque que la condujo a la muerte. Un par de personas adultas observó como se moría sin abrir la boca. Una joven le prestó ayuda, pero sintió que sus esfuerzos eran inútiles. Apareció un joven y ella le pidió que la cuidara mientras iba en busca del revisor. El joven le robó el dinero a la enferma y desapareció. Esta historia pudo reconstruirse porque estaba conectada una cámara. Los protagonistas y el escenario europeos.
De manera que la palabrita “civilización” debe tomarse con pinzas. En tecnología sí, pero el factor humano, olvídate. Sí, la joven es importante. Pertenece a la humanidad.
El segundo comentario, sobre el saqueo en Chile, fue de una amiga europea. Dijo lo siguiente: “el terremoto produjo también un ajuste de justicia, pues como ya no hay revoluciones...”
Efectivamente el saqueo, como ajuste, representó con intensidad social extrema el sentimiento de personas marginadas del bienestar que propagan los mensajeros del libre mercado.
Y la gran mensajera, la televisión, madre de la violencia contenida y de la insatisfacción de deseos y anhelos de plasma, refrigeradores y demás artefactos. Éstos se acumulan en los grandes supermercados, como Líder, repletos de instrumentos que dan ganancias a los que están en la cúspide de la pirámide social.
¿Acaso el que saqueó no fue el roto chileno?
Miguel Gómez S.
11, marzo, 2010-03-10