El
escenario europeo del cual formo parte es un tranvía. El mismo
sistema de tranvías que alguna vez tuvimos en Chile y que lúcidos
gobernantes eliminaron tal como el régimen militar hizo desaparecer
no sólo personas sino también el tren al sur, que ahora
se reconstruye con el dinero de todos los chilenos.
Vuelvo al tranvía europeo: veo que sube una madre con su bebé
que transporta en un coche. El subir es muy facil pues la puerta de acceso
del tranvía está al mismo nivel de la acera.
Leo en el diario la condena al alemán que mató y se comió
a un compatriota. Un caso de canibalismo que me hizo recordar la conquista
en Venezuela, ejecutada por los Walser. Allí los europeos se comieron
aborígenes. Mejor doy vuelta la hoja.
Entra una segunda madre con su bebé, también lo lleva en
coche. Ambas quedan ubicadas en el lugar correspondiente a los coches
de bebes. Sube un honorable anciano que se sienta en el lugar que corresponde
a ancianos. Este asiento está también en el espacio destinado
a las madres con sus bebes en coches.
Suben más pasajeros al tranvía. El anciano cristiano-occidental
se incomoda. Empieza a mirar con fastidio y animosidad a las jóvenes
madres. Alguno lo roza. El viejo estalla: hasta cuándo estas mujeres
con ninos tienen que ocupar el tranvía. Por cada bebé reciben
dinero del Estado y vienen a joder aquí... pero qué mierda
se creen...
Las madres se ruborizan. Una se pone nerviosa. Intenta responder al viejo;
mejor no lo hubiera hecho. Le cae un vendaval de insultos que termina
con:
--¡Si sigues hablando te voy a dar una paliza hasta que te mees!
Otros pasajeros protestan. Entre ellos se destaca otro anciano que luce
una larga barba blanca. El no insulta al viejo sino argumenta. Le dice
con qué moral estás insultando si tú estas viviendo
con la pensión que te pagan, entre otros, estas mismas jóvenes.
La mayoría protesta contra el viejo hasta que lo silencian.
Una de las madres apenas puede contener el llanto. Sólo atina decir:
yo soy doctora, trabajo...
Podría describir decenas
de escenarios parecidos, más horribles que un viaje en tranvía.
Pero sería erróneo deducir que lo importante es el viejo.
No, lo significante es que la mayoría de los pasajeros defendió
a las madres, acalló al viejo. Si no existiera esa reacción,
entonces estaríamos cerca del fin de una sociedad donde la mayoría
tiene ciertos valores, como el respeto a la maternidad.
El problema es que casos como el de este viejo menudean. No sólo
viejos que hieden a pasado nazi, sino también jóvenes. Se
mueven bajo el signo de la agresión. Es preocupante la proliferación
de casos donde no surje esa mayoría que acalló al viejo
del tranvía. Por ejemplo, un accidente en la carretera, nadie se
detiene, ninguno avisa a la policía, alguno se muere allí
por falta de ayuda. O un escolar que otros mayores quieren lanzar desde
el tren en marcha, tampoco hay reacción alguna de los pasajeros.
La indiferencia parece ser un signo antiguo. Pero ahora, en esta fase
de crisis, hay algo más:
Hay exasperación en la europa cristiana y occidental.
En breve: los dirigentes
politicos de la Unión Europea decidieron correr. La maratón
contempló la introducción del euro, el himno, la bandera,
el presupuesto, la caída de las fronteras interiores, el rígido
control de las fronteras exteriores, etc.
Los presidentes y primeros ministros se reunían, aprobaban nuevas
medidas, se sacaban la foto del encuentro, y volvían a casa, satisfechos,
sonrientes...
Se apuraron en uniformar a los países europeos. Pensaron que nada
mejor que elaborar una constitución europea. Las „mejores
cabezas“ la estudiaron hasta lograr al consenso. Establecieron un
plan de aprobación. Algunos gobiernos optaron por el plebiscito,
otros por la simple aprobación de los parlamentos...
Con los parlamentos no hay problemas. La aplanadora funciona.
España realizó un referendo. Los entusiastas españoles
aprobaron la constitución. Están felices con la Unión
porque reciben miles de millones de euros... Le piden reducir las ayudas
pues ingresan otros países, los del Este, que están más
necesitados que ellos. España y los españoles se aferran
a la mamadera. Con dientes y uñas.
En medio de dimes
y diretes se produce el No francés que rechaza el proyecto de constitución
europea. Es un No informado, pues se repartieron 40 millones de ejemplares
del proyecto constitucional. Hubo debate político. Este rechazo
no respondió a directrices partidarias, fueron desbordados los
partidos políticos. El socialista se dividió. En el No confluyeron
corrientes diversas. Por eso exalta la victoria del No el director de
Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, pero también la celebra
Le Pen. Ramonet dice que el movimiento social rechazó la globalización
capitalista, el neoliberalismo, asegura que el No carece de motivación
nacionalista, que es proeuropeo. La extrema derecha buscó colocar
nacionalismo y xenofobia en el No.
Ante el No francés,
seguido del holandés, los presidentes y primeros ministros detienen
su carrera, miran hacia atrás y advierten que se han separado de
sus electores, ciudadanos europeos todos. Corrieron demasiado, atrás,
a lo lejos, las masas exasperadas los insultan porque le están
sacando el dinero del bolsillo. Posponen por un año el tratado
constitucional.
Los franceses, los alemanes, los ingleses, los holandeses, los austríacos,
los suecos son contribuyentes netos. Financian la Unión Europea.
Les cuesta caro. Los presidentes y primeros ministros desmontan el estado
del bienestar general. Se venden los bienes estatales, la privatización
y el neoliberalismo apura, cada ciudadano debe pagar por la educación
, por la salud, por los viejos que viven sobre 90 anos, y que más
temprano que tarde serán un tercio si no la mitad de la población,
alrededor de 20 millones de europeos no tienen trabajo, etc.
Esta política explica la exasperación de los europeos, los
No a la constitución.
La crisis no pone en peligro la comida de los europeos, pero disminuye
sus ingresos. La implantación del euro ya representó un
alza de precios. Se dio un golpe al rosbeef inglés, a la salchicha
blanca germana, a la wienerschnitzel.. . En la televisión se ven
reportajes sobre niños que padecen hambre en Alemania. Son atendidos
por organizaciones caritativas.
La crisis supone varias contradicciones:
una es entre los gobiernos y la poblacion electora propiamente tal. Los
líderes se separaron tanto de los ciudadanos que hay países
donde los parlamentos aprobaron la constitución sin que los ciudadanos
siquiera conozcan el título del documento. Los parlamentos aprobaron
las normas que reglamentan la vida de las personas sin que éstas
tengan la más mínima idea de sus contenidos. En general
es posible afirmar que el ciudadano común europeo ignora lo que
aprueba o sanciona Bruselas. Hay una separación tajante entre la
burocracia administrativa y la población. La capa dirigente construyó
un castillo de naipes en el aire. Fue tal la separación de los
gobiernos con la realidad que después del No hubo un silencio completo:
nadie se atrevía a opinar, ninguno dijo nada. Paralizados por una
sorpresa anunciada. La ausencia de democracia quema. Los fundadores del
régimen democrático pretenden erigir la más ambiciosa
construcción continental ignorando a las personas concretas. La
mayoría de los parlamentos son sólo representaciones, en
la mayoría de los casos anacrónicas, pues las preferencias
de la población han cambiado.
Una segunda contradiccion
se produce entre las identidades nacionales y los intereses generales
europeos. La diferencia entre un francés, un alemán o un
inglés tiene peso. A contrapelo del posmodernismo que ubica y adora
las diferencias, los jerarcas pretenden eliminarlas.
También gravita la contradicción entre los intereses económicos
de los más ricos y de los países que necesitan de las ayudas
del Fondo de Cohesión con las cuales actualmente se subsidia la
agricultura española, italiana, francesa... El anunciado ingreso
de nuevos países, con niveles económicos aún más
bajos, pone los pelos de punta a los países con mejores condiciones.
El rechazo al posible ingreso de Turquía suma el fundamento religioso
cultural. El Reino Unido forzó la crisis presupuestaria. No renuncia
al „cheque británico“, Francia y España tampoco
renuncian a las „ayudas“. Blair, el principal aliado de Estados
Unidos en Europa, asumió la presidencia de la Unión Europea.
Al gato se le encargó el cuidado de la carnicería. Está
más preocupado de los intereses norteamericanos que de los europeos.
Se anuncia la demagogia basada en las necesidades de Africa. Figurarán
„donaciones“ con condiciones a un continente saqueado durante
siglos.
Existe la contradicción entre la política neoliberal y los
intereses públicos, especialmente de los trabajadores. El asalariado
francés cesante votó no a la constitución porque
cuando buscó trabajo advirtió que los empresarios utilizan
la mano de obra extranjera, porque eluden el pago de los servicios sociales
y les pagan menos. Polacos o rumanos ofrecen su mano de obra barata.
También los capitalistas trasladan sus empresas a los países
del Este que ingresaron a la Unión Europea. El capitalista, incansable,
husmea permanentemente la huella de la máxima ganancia. Vende productos
textiles hechos en Singapur o en India, con el precio de fabricación
europeo. La diferencia en salarios no abarata el producto, va al bolsillo.
Una contradicción también mencionable es la que se produjo
entre las „mejores cabezas“, encargadas de elaborar el Tratado
constitucional, y los especialistas de cabezas normales. Estos últimos
han elaborado una severa crítica, particularmente a las normas
sobre los extranjeros a los cuales se les promete „trato justo“,
pero tienen garantizado el trato desigual y discriminatorio.
En situaciones de crisis la exasperación se objetiva en ataques
a los sectores más débiles. Los viejos atacan a las mujeres,
y jóvenes y viejos pueden atacar a los extranjeros. El extranjero
se convierte en el chivo expiatorio. Si la crisis no se detiene puede
ocurrir cualquier cosa. No olvidemos que cuando los europeos se salen
del sistema se producen catástrofes mundiales. La agresividad existe,
sólo está contenida por una red legal.
Esta diferencia en agresividad es advertible,incluso en el fútbol.
No es lo mismo el juego de los brasilenos al de un equipo europeo. Cuando
Brasil hace un gol celebra, se divierte; cuando lo hace un equipo europeo
hay una explosión extraña, es furia, violencia, cualquier
cosa, menos la alegría por el buen resultado de un juego que requiere
habilidad y talento. Basta ver la cara de Oliver Kahn tras un gol de su
equipo.
Miguel
Gómez S.
julio, primera semana, 2005
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