El presidente, Ricardo Lagos, se preguntaba qué
haremos para que nunca mas estos hechos ocurran en Chile al recibir el
agregado al Informe sobre Prisión Política y Tortura en
cuyas listas figuran 87 menores de 12 años, incluso guaguas, que
sufrieron tal represión de la dictadura.
Los recientes hechos relacionados con la esfera militar ameritan la necesidad
moral y política de refundar el Ejército y las instituciones
armadas. La tragedia de los conscriptos, la descomposición de Pinochet,
el último documento del general ® Manuel Contreras, refuerzan
este objetivo. Refundar el Ejército significará, al menos,
proponerse evitar una nueva „Pacificación“.
Pinochet y Manuel Contreras son militares representativos de la institución
. Su formación doctrinaria expresa el reflejo activo del contexto
en el que debieron actuar, también representan algunas „esencias“
de la ideología militar estructurada desde el establecimiento de
la república. La cúspide de este esencialismo es el racismo
militarista.
Contreras en su documento afirma que „la Patria“ le demandó
„proteger“ al pueblo chileno y le obligo a la adopcion de
medidas en extremo severas y muchas veces violentas. Estas medidas eran
necesarias de aplicar para el logro de la Pacificación Nacional.
Eso ha dicho.
El mundo y Chile conocen el horror de las „medidas“ pacificadoras
de las cuales no se no salvaron ni niños ni mujeres embarazadas,
como se conoce del Informe Valech.
El concepto de Pacificación,
empleado por el Director Ejecutivo de la Dina, es revelador de la formación
militar. Podría aseverarse que la historia de la republica va de
Pacificación en Pacificación. La Pacificación de
la Araucania en el siglo XIX, la Pacificación Nacional, en el siglo
XX. Muchos nos esmeramos en evitarle a nuestros descendientes la pacificación
del siglo presente.
Una persona informada sabe que los contenidos de una Pacificación
tiene al menos un aura terrorifica. La acción del pacificador y
de la pacificación va de la mano con el empleo del terrór.
En el caso concreto de nuestra historia lo acontecido no puede ser más
contundente: la pacificación de la Araucanía fue genocidio
configurado, la Pacificación nacional de la dictadura de Pinochet
fue otra matanza de nacionales.
La semejanza determinante es que ambas pacificaciones fueron ordenadas
por las oligarquías en el poder, conservadora, liberal, de derecha;
el brazo ejecutor de ambas pacificaciones es el ejército. La extrema
crueldad es similar. Los objetivos fueron someter, reducir a los „salvajes“
en una, liquidar al „criminal enemigo de Chile“ en la siguiente,
como dice el general ® Manuel Contreras.
LA PACIFICACIÓN
(I)
La Pacificación del
siglo XIX va unida a la Colonización. Se pacificó y se colonizó.
Antes de emprender la guerra ya el presidente Bulnes, militar ante todo,
disponía los primeros pasos hacia la colonización. El argumento
era civilización versus salvajismo. Reducir a los salvajes y promover
la colonización con los europeos que eran considerados de superior
condición; racial, por supuesto. Ese racismo será parte
de la conciencia nacional hasta el presente. Es obvio que hay corrientes
opuestas, pero no son dominantes. El pueblo mapuche sigue discriminado.
Creo que la colonización no significó en absoluto cubrir
las expectativas de quienes la promovieron y realizaron. Los colonos recibieron
el botin de la pacificación, pero no les bastó. Devoraron
tierras. Y nació el huaso, ese figurín de postal, bruto
en esencia, latigador de los campesinos. Muchos de sus descendientes se
hicieron profesionales y participaron del siguiente genocidio. El segundo
personaje pergenado fue el inquilino, sumido en perpetua miseria. Fue
tal la incapacidad de los colonos y el fracaso de la colonización
que en los sesenta la izquierda, la iglesia y la democracia cristiana,
¡hasta alessandri! levantaron las banderas de la reforma agraria.
Los libros escritos sobre el supuesto éxito de la colonización
no tienen nada que ver con la realidad. Es un engaño configurado.
LA PACIFICACION
(II)
La Pacificación Nacional
ordenada en 1973 es cercana. Muchos protagonistas aún viven. Tiempo
después me pregunto quiénes fueron realmente los vencededores
de esta pacificación.
Si miramos las perdidas humanas, es claro. Friamente, Contreras, cuenta
los lanzados al mar. Allá en tambores encementados. Acá
atados a rieles. Hay muchas pérdidas que lamentar.
Sin embargo, hoy muchos vencedores le sacan brillo a los pasillos de los
tribunales. Contreras busca lucir consecuente con su condición
terrorista. Le enrostra el deshonor y la poca hombría a Pinochet.
El exdictador y su familia están con la corrupcion hasta el cuello,
asfixiante. La derecha, más astuta, se polvorea diariamente para
ganar apariencia. Algunos hieden bajo ropajes de designados. Lavín,
sin embargo, estuvo con Pinochet, hecho innegable. La relación
apesta, se cuidan los promotores. Pero muchos ex-uniformados, altos cargos
en la dictadura, ocupan puestos bien remunerados. Además el ejército
se arregló los bigotes con la ley del cobre. Se apropió
de un recurso de todos los chilenos.
Y sigue destinando 60 hombres de sus filas a cuidar colgajos dictatoriales.
El hijo del padre asesinado habría firmado el decreto. El general
Cheyre, diga lo que diga, no rompe sus ataduras con Pinochet. Trata de
adaptarse al nuevo contexto. La palabra clave de este aggiornamento uniformado
es „modernización“.
La modernización: ¿Significa un cambio de doctrina? ¿Ya
no harán clases a los futuros oficiales sujetos convencidos de
la perversidad del marxismo tales como el cura Langlois, alias Ignacio,
dispersador de méritos literarios? ¿ Se interrumpirá
el flujo anual de oficiales que asisten a los cursos en Estados Unidos?
¿Existirá como norma positiva la desobediencia debida ante
órdenes que atenten contra los derechos humanos? ¿Se acabara
con la tradición de celebrar guerras y muertes?
Refundar el ejército significa analizar y discutir todo, abrir
un debate nacional, dentro y fuera de los cuarteles, y crear una nueva
institución.
EL SOPLO EXTERNO
DE LA PACIFICACION
La Pacificación Nacional
vino soplada desde el exterior. Para una persona informada este aserto
esta fuera de discusion. Estados Unidos impulsó el viento que trajo
miles de dólares. Los nombres de los receptores son conocidos.
Representan una especie inextinguida. Partieron colaborando con los conquistadores.
Si se enseñara la historia latinoamericana en las escuelas se comprendería
el carácter de la política estadounidense. Se sabría
enseguida qué rol juegan, por ejemplo, los autores del „Manual
del perfecto colaborador latinoamericano“. Los adoradores del norte,
punto cardinal desde donde siempre llegó lo peór, según
la tradición mapuche.
El sector colaboracionista integró al ejército chileno al
prusianismo, base desde la cual surgirá el nacismo, y posteriormente
al norteamericanismo. Hasta el presente.
Torpeza sería pretender desconocer la necesidad de relaciones soberanas
con los Estados Unidos. Inicuo es el tipo de relación establecida
a costa de desconocer y hasta repudiar el latinoamericanismo.
La forma de mirar a los peruanos y bolivianos lo dice todo. Los „cholos“
y el „bolivianito“ son conservas militares estereotipadas
traspasadas y almacenadas en cerebros acríticos.
Bolivia tiene gas, Chile no tiene: Chile tiene mar, Bolivia no tiene.
Una solución racional beneficiaría a ambas partes. Si la
senora Alvear hubiera dedicado un año a Perú y Bolivia de
los diez que consagró con tanto esmero al tratado comercial con
Estados Unidos quizás hubiéramos avanzado.
Y, cholita, una última pildora antiracista para los que sostienen
que Bolivia nunca tuvo mar. Se trata del „Proyecto presentado al
supremo gobierno por el coronel don Pedro Godoi i dedicado al senor jeneral
don Manuel García, ministro de estado en los departamentos de guerra
i marina“.
En el tercer párrafo del documento escribió el coronel Godoi:
„ La República de Chile, según la constitución
política vijente, reconoce por límites de su territorio
- al norte el Despoblado de Atacama - al sur el Estrecho de Magallanes
- al este la Cordillera de los Andes i al poniente las aguas del Pacífico
con sus islas adyacentes. Desde el primer grito de independencia estos
límites han sido reconocidos i respetados por todas las naciones,
venían autorizados por el antiguo régimen de las colonias
espanolas i han sido establecidos sin oposición alguna en nuestros
códigos i constituciones hasta el día de hoi “.
Por desgracia, la clase política gobernante sigue prisionera del
militarismo racista. Carece de calidad y fuerza moral para iniciar un
nuevo tipo de relaciones con Bolivia, uno de los países más
pobres del continente. O con Perú, cuna de una de las culturas
originarias más prominentes de América Latina.
Refundar el ejército puede significar abrir el camino para que
nos empecemos a considerar hermanos latinoamericanos. Y que ningún
chileno sienta verguenza de su condición en los países vecinos.
Miguel
Gómez S.
junio 3, 2005
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