El viraje hacia el centro izquierda que registró el año 2006 en América Latina crea expectativas de cambios que deberían caracterizarse por un marcado acento regional, por medidas para reducir la pobreza y desplegar soberanía, sobre todo ante las políticas intervensionistas del gobierno norteamericano.
Los cambios deberán expresar una política que ojala no tenga nada que ver con lo que han hecho las oligarquías derechistas que han detentado el poder después de la fundación de las repúblicas. Pues lo utilizaron para enriquecerse ellos mismos, rematar las riquezas nacionales a los intereses extranjeros, y ahondar las desigualdades sociales. Y, genuflexos por origen, reproducir la cultura de los “centros civilizados” aunque en este campo son estériles, pues la cultura forma parte del acervo lúcido del continente.
Las oligarquías compaginaron la ausencia de dignidad con crueldades comparables a las realizadas en el período inmediatamente posterior a la formación de las repúblicas independientes. Es conocido el dato de que los fundadores de las republicas fueron perseguidos y muchos sino todos fueron asesinados o murieron en el exilio.
Las oligarquías que conformaron los gobiernos alrededor de mediados del siglo XIX surgieron en contextos racistas y se comportaron como bárbaros. El título del libro de Domingo Faustino Sarmiento, un racista mayor, no debió ser “Civilización y barbarie” sino “Civilización con barbarie”.
Estas oligarquías ignorantes o ilustradas en algunos casos, se fundieron en el mismo abrazo para celebrar la tarea que en algunos países dejó inconcluso el colonialismo español: terminar con la existencia de los “salvajes”.
El genocidio fue fulminante, como en los casos de Argentina o Chile. En otros países fue imposible porque los aborígenes fueron la mayoría de la población, como sucedió con Bolivia, Perú y Ecuador. Sin embargo, esa población fue esclavizada y/o discriminada socialmente durante todo el siglo XX y hasta ahora.
Los esclavos de origen africano y los aborígenes fueron la carne de mercado y de expoliación. La voracidad expansiva de esas oligarquías extendió la pobreza a las mayorías nacionales. La concentración del poder económico en contadas familias es un hecho comprobable. La desigualdad ha sido siempre y es una herida abierta.
La Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas, CEPAL, es un organismo que los especialistas consideran como respetable. Su más reciente informe (4.12.2006) constata, una vez más, que la región con mayor desigualdad en el mundo es América Latina.
El continente tiene 209 millones de personas que viven en la pobreza, y 81 millones son indigentes, sobreviven en medio de una pobreza extrema.
Esta situación, injusta y permanente, origina los cambios que se producen en la región latinoamericana. La necesidad de correcciones inspiró a gobiernos progresistas en la década de los 60. Pero fueron ahogados en sangre. Brasil, Argentina, Chile, Uruguay o las dictaduras de Centroamérica se comportaron como ebrios en barbarie civilizada.
En todos esos casos de dictaduras sangrientas estuvo presente la mano blanca de Estados Unidos. Por eso ser antiimperialista es un honor para cualquiera persona que ostente cierta cultura y, naturalmente, dignidad. Sólo ignorantes y/o acríticos por razones diversas pueden no considerar el daño que ha producido la política de América para los norteamericanos.
Cuando yo doy una mirada global al panorama latinoamericano me alegro de la existencia de gobiernos de centro izquierda o de izquierda. Este mirar matiza las diferencias entre los gobiernos de Chávez, Tabaré Vazquez, Evo Morales, Lula, Kirchner, Bachelet, Correa, o Daniel Ortega.
Todos estos triunfos electorales me alegraron.
En esta primera mirada complaciente considero muy seriamente que ninguno de esos presidentes electos fue el candidato de Estados Unidos. Al contrario, USA, con su conocida procacidad trató de impedir que fueran elegidos. En varios casos si no en todos los embajadores yanquis intervinieron soezmente en la política interna de estos países para evitarlo. Este es un hecho que honra a esos candidatos y ahora presidentes. Y es, para mí, determinante en la apreciación de la actual realidad latinoamericana.
Pero si observo a estos gobiernos más en detalle obviamente que advierto sus diferencias y, en algunos casos, antagonismos. Respetables sin duda, pero que no amagan la estrategia general que representan. Las particularidades obedecen a las correlaciones de fuerza, al carácter de las alianzas con que han llegado al gobierno, a los idearios y programas que representan, a los nexos con los centros económicos nacionales e internacionales, etc.
Cada caso presenta su propia originalidad. Puede ser que algunos no respondan a nuestras expectativas, que otros sean derrotados por las conspiraciones de derecha, o que alguno en realidad avance hacia los ideales de los fundadores de las repúblicas.
O al contrario, como sucede con el presidente Lula, que públicamente abandonó su condición inicial de izquierda para confesarse, al iniciar su segundo mandato, como socialdemócrata.
Una forma para medir el grado de soberanía e independencia es la relación de estos gobiernos con Cuba, pues bien se sabe que la presión de USA, en este caso, es abrumadora.
El mayor ideal de los fundadores, llámense Bolívar o San Martín, O`Higgins o Sucre, fue el de la independencia. Nos liberaron de la condición de colonias aunque una tarea aún pendiente es descolonizarnos mentalmente. Ser soberanos y conformar una región unida en ideales de justicia social nos representaría.
Es un hecho que Chávez representa la opción revolucionaria democrática en América Latina. Las elecciones del 3 de diciembre fueron inobjetables y su nueva victoria política aplastante. Concita apoyo popular porque realiza una política efectiva que favorece a los pobres de la ciudad y el campo. Y porque mantiene una política exterior independiente para lo cual en América Latina se requiere una buena cuota de valentía y dignidad.
La revolución bolivariana o la vía venezolana al socialismo tienen acento regional. Recoge el legado de Bolívar que propició la unidad del continente en diversos textos. El escribió:
“Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tienen un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América” (Simón Bolívar. Carta de Jamaica. Kingston, septiembre 6 de 1815).
Cuando vivió Bolívar no era posible unir el continente. Chávez cree que ahora sí lo es. Esta idea de la unidad de intereses regionales levanta el presidente venezolano. Es piedra angular de su política económica, social, cultural.
En este ideal entona con algunos de los presidentes actualmente en ejercicio.
Creo que la tendencia actual es justamente lograr que América latina tenga más altos niveles de integración que lo alcanzado hasta ahora con el MERCOSUR, el Pacto Andino y otras iniciativas.
Naturalmente se trata de integración antagónica con el neoliberalismo de Bush. Como se sabe la proposición de integración panamericana fue rechazada por los gobiernos del MERCOSUR. Aunque el gobierno norteamericano ha logrado establecer su modelo neoliberal en tratados bilaterales.
El presidente venezolano ha propuesto la Alternativa Bolivariana para las Américas, ALBA. Se trataría de un instrumento de integración regional solidaria, no sólo económica sino también política. Considera naturalmente esfuerzos conjuntos en contra de la desnutrición y la pobreza, el analfabetismo, etc.
Se trata de implementar políticas económico-sociales destinadas a sacar del estado de postración social en que se encuentran las mayorías indígenas, y en general los pobres de la región. La elevación cultural es indispensable. Para lograr esos objetivos se debe reducir la desigualdad.
La política de países que han expresado una firme oposición a las políticas de globalización neoliberal ya evidencian resultados positivos.
El informe de la CEPAL ya mencionado, afirma que los países que más progreso hicieron en la reducción de la pobreza entre el 2003 al 2006 fueron Argentina y Venezuela.
Creo que en términos generales el futuro de nuestro continente se presenta auspicioso.
Miguel Gómez S. diciembre 2006
|