Informaciones
contradictorias, a menudo confusas, rodearon las causas de la enfermedad
y la agonía del líder palestino que durante los tres últimos
años estuvo „bajo arresto“ por imposición del
gobierno israelí. Sus enemigos celebraron la muerte de Arafat así
como la comisaria europea Loyola de Palacio estaría de fiesta si
muriera Fidel Castro, al cual le deseó la más pronta defunción.
Quiero decir que no estamos en presencia de un problema de carácter
antijudío o antiespañol o antinorteamericano, sino ante
un conflicto eminentemente político. La Loyola de Palacio tiene
el rostro de Sharon, y Sharon tiene la cara de Bush. Y bien sabemos que
la derecha fundamentalista jamás ha tenido compasión ni
misericordia. Es un rostro conocido: en Chile torturó durante 17
años de dictadura a chilenos en mil 200 centros de reclusión
que funcionaron a lo largo y ancho del país.
Sin embargo, y a pesar de esa derecha fundamentalista, Arafat será
reconocido por la historia como el legítimo fundador del estado
nacional palestino, pues nadie impedirá que finalmente ese pueblo
logre su independencia, así como O Higgins y demás padres
de la patria, conquistaron la nuestra.
Pues de eso se ha tratado y trata: el pueblo palestino quiere fundar su
propio estado, no quiere ángeles tutelares ni ser colonia de nadie.
Es la médula del conflicto entre palestinos e israelíes,
pues estos últimos se oponen a esa legítima reinvindicación.
De esta oposición se derivan todos los demas problemas, el principal
de los cuales es la violencia.
Arafat luchó desde los años 40 en forma incansable por lograr
la formación de un estado palestino, pero ha chocado con la feroz
resistencia de los israelies apoyado por los Estados Unidos.
Esta oposición hostil no sólo tiene causas bíblicas
y divisiones milenarias, sino también el expansionismo de Israel
que ansía territorio palestino y busca asegurarse el abastecimiento
de agua, entre otros objetivos. Un asunto tan claro lo enmaraña
el gobierno de Sharon bajo diversas formas. Una es el aprovechamiento
inescrupuloso del holocausto judío utilizado como argumento para
inhibir la crítica a su política.
Creo que muchos advierten que debido a esta guerra surgen otros conflictos,
como la guerra contra Irak.
Si consideramos las declaraciones de Bin Laden, en ambas el asunto central,
es este conflicto: Cito la última emitida poco antes de la elecciones
norteamericanas: „Dios sabe que no se nos había pasado por
la mente atacar las torres, pero después de que la situación
se volviera insoportable y fuéramos testigos de la injusticia y
la tiranía de la alianza norteamericano-israelí contra nuestro
pueblo en Palestina y Líbano, pensé en ello“.
El Presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, fue inclaudicable
en sus principios y nunca aceptó vivir de rodillas, tampoco atacar
a su propio pueblo como se le exigió en varias oportunidades.
Arafat nunca tuvo un poder armado similar al de Israel. Su poder, visto
en el homenaje mundial producido ante su muerte, ha tenido una base de
legitimidad de una lucha que comenzó en 1948, en su condición
de estudiante, y que mantuvo hasta su muerte.
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